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El escudo del Presidente | Perfil

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La semana pasada se cumplieron diez meses desde que Javier Milei asumió la presidencia. Durante la misma el Gobierno pudo bloquear una nueva insistencia legislativa frente a un veto presidencial, dando una clara muestra de fortaleza política. Especialmente si consideramos que el oficialismo solo cuenta con un 10% de las bancas del Senado y un 15% de los escaños en la Cámara baja. El presidencialismo en minoría suele ser problemático. Los riesgos en materia de gobernabilidad están a la orden del día. Los mismos van desde el bloqueo legislativo y un enfrentamiento entre el Ejecutivo y el Congreso hasta la posibilidad del juicio político. La experiencia comparada a nivel regional es un buen muestrario de la suerte que corren los presidentes que no construyen un escudo legislativo fuerte. El éxito del Gobierno al bloquear un segundo intento de insistencia a un veto presidencial da cuenta tanto de la importancia del escudo legislativo como de su capacidad para construirlo.

Hubo quienes calificaron el fracaso de la insistencia legislativa como una victoria pírrica del Gobierno, la segunda en un mes. El tiempo dirá si fue el caso. Los jubilados y la educación pública son temas sensibles para la opinión pública, independientemente de las preferencias políticas. En las próximas semanas sabremos si este nuevo veto presidencial acarrea un costo en términos de aprobación para el Gobierno. Si no fuere el caso, cabría revisar la idea de una victoria pírrica. No sea cosa que la acumulación de estas lleve al Gobierno a ganar una guerra pírrica.

En cualquier caso, el saldo de estos diez meses en materia de gobernabilidad es mucho mejor de lo que podría haberse previsto cuando Javier Milei derrotó a Sergio Massa en la segunda vuelta del 19 de noviembre. A pesar de contar con un reducido número de bancas, el gobierno de La Libertad Avanza pudo aprobar en el Congreso dos iniciativas claves como la ley Bases y el paquete fiscal, a la vez que fue exitoso a la hora de frenar dos insistencias legislativas en menos de un mes.

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El Gobierno hasta ahora ha dependido de factores contingentes, como la fragmentación opositora o la opinión pública

La gobernabilidad no pasa solo por el Congreso. El control de la calle es otro aspecto clave. Tras las protestas de diciembre de 2001 que culminaron con la caída del gobierno de la Alianza, el corte de calles fue parte del paisaje habitual de la Ciudad de Buenos Aires, independientemente de quién estuviera al frente del gobierno. Ello ha cambiado radicalmente. A pesar del ajuste en curso, el nivel de conflictividad es sorprendentemente bajo.

A todo ello debemos agregar que, más allá del descenso en la aprobación que varias encuestas registraron durante septiembre, la imagen positiva del Presidente y del Gobierno sigue siendo considerablemente alta. Especialmente si consideramos la magnitud del ajuste puesto en marcha por el Gobierno, el salto inflacionario y la caída en los niveles de actividad registrados durante los primeros meses del año.  

¿Qué explica que la gobernabilidad haya estado lejos de ser un problema a lo largo de este año inicial del Gobierno?  Para responder a esta pregunta hay que atender diversas cuestiones. En primer lugar, cabe destacar el impacto que el triunfo de un candidato como Milei tiene sobre los partidos establecidos. La llegada al poder de un outsider populista suele ser la consecuencia de un profundo desencanto ciudadano con los partidos establecidos. La victoria del outsider provoca a su vez una crisis dentro del establishment partidario. El caso argentino no es diferente de lo que muestra la experiencia comparada. La oposición está fragmentada y confundida. Todos los partidos enfrentan tensiones internas. La dispersión opositora y las dificultades sobre cómo pararse frente al Gobierno y frente a la ciudadanía sin dudas operan a favor del oficialismo. Hasta ahora, las distintas fuerzas de oposición solo pudieron coordinar su actuación en pocas ocasiones, fenómeno que amortigua la situación de hiper-minoría del oficialismo en el Congreso.

Un segundo aporte clave para la gobernabilidad paradójicamente provino del candidato presidencial derrotado. La ausencia de una ley de presupuesto para este año y la eliminación del impuesto a las ganancias le dieron al gobierno federal un enorme poder de negociación de cara a las administraciones provinciales. La falta de presupuesto le concedió al Presidente una enorme discrecionalidad en lo relativo al gasto, a la vez que la eliminación del impuesto a las ganancias (repuesto tras la aprobación del paquete fiscal) redujo la masa de recursos coparticipables que reciben los gobiernos provinciales.

Un triángulo y dos escenarios

En tercer lugar, cabe mencionar algo que denomino efecto espejo retrovisor y que ha contribuido a una mayor tolerancia social al ajuste que la que podría haberse esperado. Cuando el Gobierno polariza con Cristina Fernández de Kirchner, le recuerda al 56% del electorado que la alternativa al oficialismo es el gobierno de Cristina, Alberto Fernández y Massa. Desaparecido Juntos por el Cambio, no existe una opción de centro moderado.

Finalmente, cabe mencionar las herramientas que la Constitución concede al presidente, fundamentalmente los decretos de necesidad y urgencia, instrumento potenciado por la Ley 26.122, elaborada por la entonces senadora Cristina Fernández de Kirchner, que regula su utilización y que permite al Ejecutivo aprobar medidas de carácter legislativo (salvo en materia penal, tributaria, electoral y de partidos políticos) con tan solo el apoyo de una cámara del Congreso.

Al asumir la presidencia, frente a distintas alternativas de gobernabilidad, Milei optó por combinar las herramientas que le otorga la Constitución con la construcción de coaliciones legislativas ad hoc (ya sea para aprobar leyes o para sostener vetos presidenciales) antes que por el presidencialismo de coalición tan común en otros países de la región. Esta opción ha resultado bastante exitosa hasta ahora y por ello la gobernabilidad, que en los primeros meses de gobierno era una preocupación para el círculo rojo y para los mercados, no ha sido un problema. Se trata con todo de una fórmula de gobernabilidad fuertemente dependiente de factores contingentes, como la fragmentación opositora y el apoyo de la opinión pública. En los últimos meses el Gobierno parece haber tomado nota de ello. De ahí el esfuerzo en la construcción de un escudo legislativo. El Gobierno lo va a seguir necesitando.

*Politólogo (UCA-Ucema).


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