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El lobo feroz y la Inteligencia Artificial

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¿Quién teme al lobo feroz y a la Inteligencia Artificial? El lobo feroz tiene miedo de nosotros, está en vías de extinción. La IA, en cambio está en plena expansión y sí, nos asusta más que esos fantasmas llorando por los pasillos, con los que intenta provocarnos pesadillas la literatura de terror. ¡A correr, que la Inteligencia Artificial nos alcanza! Y cuando se apropie realmente de nosotros, nos va a desplumar, a quitarnos trabajos, a engañarnos, a mentirnos, a convertirnos en sus míseros esclavos.

“Yo les hice conocer el sucederse de las estaciones, la intrincada salida y puesta de los astros, la ciencia de los números inventé para ellos y las combinaciones de las letras, memoria de las cosas, fértil madre de las Musas”. Así se lamenta el Prometeo de Sófocles, el más solemne de los dramaturgos de la Antigua Grecia. Así se lamenta, el pobre, encadenado en el Cáucaso por el delito de haber robado el fuego de los dioses. Esa llama esencial que es, en realidad, mucho más que defensa y abrigo: tal vez la primera tecnología que la humanidad llegó a dominar. Con el fuego, Prometeo entregó a los hombres la técné, la cultura, la posibilidad de dominio sobre el mundo y la naturaleza, a la que hasta entonces estaban sometido.

Por alguna razón, el hombre ha vivido siempre como una culpa ese dominio, que lo apartó de lo natural, constituyéndolo como ser cultural, creador de artificios.

Es asombroso que el adjetivo “artificial”, en lugar de connotar orgullo y elogio, siga cargando sobre sí el sentido peyorativo que le impone la culpa de Prometeo.

En el pensamiento judeo-cristiano es la serpiente la que cumple la función de Prometeo. (Esta teoría casi me cuesta el examen de Historia y Filosofía de las Religiones. Debo aclarar que el padre Severino Croatto, el mejor profesor que tuve en la carrera de Letras, no estaba de acuerdo conmigo en modo alguno). Su propuesta de comer del árbol de bien y del mal transforma al hombre otorgándole conciencia de sí mismo como algo distinto de la naturaleza que lo rodea. Lo que en la tradición griega es un logro para la humanidad, la tecnología y su consecuente posibilidad de dominio, en la Biblia es un castigo: el mundo puesto en manos del hombre y bajo su poder, y en particular la tecnología agrícola, implican la expulsión del Paraíso. Siempre hay un pecado en la raíz de la cultura.

Tal vez por eso, ante cada innovación tecnológica, la humanidad está de algún modo esperando el castigo de los dioses y se alzan voces profetizando el apocalipsis.

Cada una a su turno, las máquinas fueron temidas y denostadas. La imprenta, las textileras de la Revolución Industrial, el ferrocarril, el teléfono, el cine, la televisión, la computadora, Internet (cada vez más rápido, como ven) y ahora, la maldita, temible y peligrosa Inteligencia Artificial. Otra vez robamos el fuego, otra vez mordimos el fruto prohibido.


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