Javier Milei y el riesgo de la democracia platónica

El pasado 19 de noviembre, Javier Milei se convirtió en el presidente democrático número 19 desde la implementación de la ley Sáenz Peña. Desde su asunción, ha demostrado o mejor dicho ratificado, no solo su estilo disruptivo, sino también su particular visión sobre la democracia, visión sobre la que se podría intentar trazar un paralelo con la visión platónica de la democracia y en consecuencia los riesgos sobre los que el filósofo advertía que podían generar un mal desempeño de la misma.

Este sistema al que hoy denominamos democracia liberal, remonta sus orígenes a la Grecia antigua, alrededor de unos 370 años antes de Cristo. Filósofos como Platón caracterizaron a la democracia de manera muy particular; esta caracterización nos direcciona al punto central de este artículo, no por coincidir con la visión platónica de la democracia, sino para advertir que las características propias del presidente Milei, pueden llevar a nuestra democracia a la deformación que advirtió Platón hace unos dos mil cuatrocientos años atrás.

En su libro la Republica, Platón decía sobre la democracia: “Si la democracia se entiende como forma de Estado en que el demo o pueblo es dueño de sí mismo, su concepción resulta irrealizable, absurda y ridícula”. Nada más alejado de la visión sobre la democracia que puede tener todo aquel que considere a la democracia como el mejor sistema de gobierno. Con Platón, el régimen ideal es una aristocracia donde dominan el conocimiento y la razón.

Platón hablaba sobre la libertad, un tema neurálgico en nuestro Presidente; sin embargo advertía lo siguiente: “una vez que la gente tiene libertad, quiere aún más. Si la libertad a cualquier precio es el único objetivo, se produce un exceso de libertad que genera un exceso de facciones y una multiplicidad de perspectivas, la mayoría de las cuales están cegadas por intereses estrechos”. No obstante llegaba al punto central y sostenía: “Quien desee ser líder debe entonces halagar a esas facciones, complacer sus pasiones, y ese es un terreno fértil para el tirano, que manipula a las masas para “dominar la democracia”.

Es altamente probable que el lector a esta altura del artículo, intente buscar una lógica que le permita hilvanar todo lo dicho hasta ahora. Lo primero que tengo para decirle, es que este artículo es un desarrollo conceptual, ideológico y comparativo que intenta demostrar, utilizando los razonamientos del filósofo occidental más famoso de la Grecia antigua, el riesgo que se corre de poder pasar de una democracia a una tiranía, cuando se dan ciertas y determinadas condiciones que así lo posibilitan.

A continuación nombraremos algunas acciones del presidente Milei que podrían ser encuadradas en una visión platónica de la democracia y su posterior mutación a una tiranía:

• Primer mensaje presidencial de espaldas no solo al Congreso, sino a los diputados que son los representantes del pueblo, los senadores que son los representantes de las provincias, sumados los gobernadores que son los máximos exponentes de las provincias que dieron nacimiento a la nación argentina.
• Un DNU que como principal característica pretende manejar por vía de excepción una importante cantidad de atribuciones y facultades delegadas, que le permitan el manejo de la cosa pública de manera absolutamente discrecional, que manifiestamente están prohibidos por nuestra constitución nacional.
• Una denominada Ley de Bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos que actuó en forma de espejo al DNU y que buscó mediante la sanción legislativa darle un marco de legalidad mayor a la intencionalidad expresada en el DNU.
• Denostación de los partidos políticos de masas o populares, como son la Unión Cívica Radical y el Partido justicialista acusando a ambos de ser los directos responsables de la decadencia argentina a partir de la irrupción de ambos en la vida política de nuestro país, repudiando que los mismos han sido protagonistas principales de los acontecimientos más trascendentales de nuestra historia contemporánea.
• Denostación de la Justicia social. La «justicia social» es una determinación de la Constitución federal de la Argentina, según el texto en vigor que fue reformado en 1994. El objetivo eminente del bienestar general para toda la ciudadanía (no para un grupo de ricos), consagrado en el Preámbulo, se une indisolublemente hacia los beneficios impostergables de la justicia social, determinados en el artículo 75 inciso 19. Toda la tarea del Congreso, en especial: su legislación, debe conducirse hacia la promoción del desarrollo humano, al progreso económico con justicia social. Por tanto, todas las autoridades federales, con el Presidente en primer plano, deben cumplir y llevar adelante esa «realización» del mandato constituyente. Su negación o su rechazo implicaría seriamente abortar la justicia social, es decir, abolir por un acto absolutista e irracional, un principio fundamental de nuestra Escritura fundamental.
• Pauperización del ahorro en moneda local de los ahorristas locales, ofreciéndoles una tasa de interés sumamente negativa frente a los indicadores de inflación. Es importante mencionar en este punto, que mientras el BCRA le ofrece al ahorrista un 110% anual, le paga a los bancos un 171% anual por prestarle el dinero de sus depositantes generando así una transferencia de ganancia neta hacia el sector financiero en desmedro de los pequeños y medianos ahorristas.
• Definición del Estado como una organización criminal violenta y no definiéndolo como la estructura jurídica que permite contener al pueblo y a la nación y que en consecuencia, lo posiciona como la organización más compleja de una sociedad moderna.
• Por último, se define como anarcocapitalista. Definición que es claramente una contradicción en sí misma. El anarquismo dicho en pocas palabras, es una filosofía política, económica y social que llama no solo a la oposición al Estado, sino a la abolición del mismo. El anarcocapitalismo expresa en su bandera color oro (la propiedad privada) y negra (anarquía) una palmaria contradicción, dado que la propiedad privada es fruto del capitalismo y en consecuencia, la creación del estado moderno capitalista a través del monopolio de la fuerza en un territorio delimitado, garantiza entre otras cosas la propiedad privada. El anarquismo va en contra de ese Estado y propone la abolición del mismo, en consecuencia propone la disolución de la propiedad privada, del mercado y del sistema capitalista. En síntesis, el anarcocapitalismo libertario que intenta representar el Presidente de la nación es imposible de llevar a la práctica y demuestra una palmaria inconsistencia de concepciones políticas, sociológicas, culturales y económicas.

Según Platón, se pasaría de la timocracia a la oligarquía, de aquí a la democracia, y ésta engendraría la tiranía. Es decir, la lógica de los sistemas de gobierno los conduce a un aumento gradual de la degradación y un proceso hacia lo peor. Por eso no hay más solución que el Estado ideal gobernado por los que saben, esto es, los filósofos.

Hoy nos resulta curiosa esa lógica que explica un tránsito de la democracia a la tiranía, por eso tal vez sea interesante ver de qué se trata y considerar qué es lo que hace, según Platón, que la lógica de la democracia actual pueda conducir a la tiranía. Al mismo tiempo podríamos ver algunas de las características que Platón atribuye a la tiranía, por si nos pueden servir para evaluar también nuestras democracias occidentales contemporáneas, teniendo en cuenta las distancias que hay que salvar.

Tras aclarar Platón que, para los defensores de la democracia, la libertad es lo más hermoso de todo, sin embargo es el ansia de libertad la que termina conduciendo a la tiranía, pues ocurre que la democracia, que va cambiando de gobiernos, en algún momento es gestionada por unos malos gobernantes bajo los cuales se producen excesos en nombre de la libertad.

En síntesis, ¿es posible que nuestra democracia actual luego de cuatro décadas ininterrumpidas de gobiernos elegidos por el voto popular, pueda convertirse siguiendo a Platón en una tiranía? La respuesta que primero aparece en su mente, es que no; sin embargo hay ciertos indicadores que podrán ser más o menos relevantes según la concepción de cada uno, que nos deben hacer poner en alerta sobre esta posibilidad. Nuestro país vivió épocas de tiranía bajo gobiernos que rompieron el orden democrático y que tuvieron resultados sumamente perjudiciales para el conjunto de nuestro pueblo.

Nuestro sistema democrático fortalecido luego de cuatro décadas, posee los mecanismos necesarios que puedan operar frente a un intento de deformación de la democracia. El poder legislativo, el poder judicial, los partidos políticos, las organizaciones sindicales, sociales, religiosas, culturales, empresariales, profesionales y fundamentalmente el pueblo en todas sus dimensiones, deben ser los anticuerpos que impidan cualquier deformación mesiánica de nuestra democracia. De ellos depende un desafío que permita darle a la nación un marco de previsibilidad democrática que siente las bases para el desarrollo de nuestro pueblo frente a cualquier intento fundamentalista que ponga en riesgo no solo la democracia, sino el porvenir de millones de argentinos que merecen un futuro no solo de libertad, de desarrollo individual y colectivo, de prosperidad, de democracia y esencialmente de igualdad de condiciones. Este es el desafío histórico de las masas frente a los opresores.

(El autor es Licenciado en Ciencia Política y Gobierno -Univeridad Nacional de Lanús-, profesor en Docencia Superior -UTN-, miembro de la Sociedad Argentina de Análisis Político -SAAP- y de la Asociación Argentina de Consultores Políticos -ASACOP-. @fidalgomarcelo)