Las forma del azar

“Hay momentos en un partido de tenis en el que la pelota alcanza a pegar en la red y por una décima de segundo puede seguir su trayectoria o bien caer hacia atrás. Con un poco de suerte sigue su trayectoria y ganas. O tal vez no, y pierdes…Da miedo pensar sobre cuántas cosas no tenemos control”. Con estas palabras, pronunciadas en off por su protagonista, Chris Wilton, se abre “Match point”, la inquietante y provocadora película que Woody Allen estrenó allá por 2005. Wilton sabía de qué hablaba: un golpe de suerte lo ayudó a encumbrarse socialmente; otro, lo libró de la condena que por sus crímenes hubiera merecido. La pelota esta vez cayó del lado correcto para él, incorrecto en términos de justicia.

Sin entrar en disquisiciones éticas o morales, es interesante revisar en cuántas situaciones, y con los mismos elementos de juicio, es apenas un giro del destino el que puede convertir a alguien en héroe o en villano. Lo pensaba a raíz del accidente en el que murió el chileno Sebastián Piñera: si el helicóptero que piloteaba hubiera caído sobre el otro lado y en vez de su puerta hubiera quedado trabada en el agua la que permitió que sus acompañantes abandonaran la nave y salvaran sus vidas, ¿qué hubiera pasado con el ex presidente? Sin haber hecho ni una maniobra más ni una menos, sólo con otro resultado, ¿cuál habría sido el juicio de la opinión pública – que le rindió merecidísimos honores- y de los medios, que ya recordaron que le gustaba volar y arriesgarse, más allá de los consejos que le daban, cuando estaba en La Moneda?

Decía Wilton, “la gente teme reconocer qué parte tan grande de la vida depende del azar”. Del azar y sus misterios.