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Milei y su infalible obstinación por la exclusión, la pobreza y una lectura geopolítica anacrónica

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Apenas han transcurrido unos pocos días desde la celebración de la Cumbre del Futuro organizada por las Naciones Unidas (ONU) y, por cierto, puede ser prematuro para las argentinas y los argentinos vislumbrar los efectos gravemente desfavorables del voto inaudito del gobierno del presidente Javier Milei al rehusarse a adoptar el Pacto para el Futuro. De esta manera, ha desdeñado un consenso global que busca favorecer la humanidad, la biodiversidad y el planeta.

A los efectos de acelerar 56 acciones planificadas y diseñadas por la ONU para afrontar los mayores retos para los seres humanos y todo su entorno, el Pacto para el Futuro fue ratificado por 143 Estados miembros, de los que la Argentina ha quedado excluida gracias al sesgo desmesurado de Javier Milei y su Gobierno.

Lejos de representar la voz de un pueblo latinoamericano al que le urge consolidar sus lazos de solidaridad y colaboración, fomentar los acuerdos y procurar negociaciones que nos permitan escapar del pesar de la deuda contraída por los gobiernos neoliberales para erradicar la pobreza y desarrollarnos con igualdad, el Gobierno nacional ha redoblado su apuesta por la exclusión. Ahora bien, la novedad de este ciclo ultraliberal de hambre, oscurantismo y sufrimiento popular es la exclusión de doble anclaje a la que nos están sometiendo: la interna y la externa. 

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Sí, una nación doblemente excluida. Su voto ha sido un apocalíptico festival de la exclusión. Por un lado, el pueblo argentino se encuentra diezmado por desigualdades cada vez más profundas que dejan más y más sectores de la población desplazados y excluidos. Y, por el otro, la Argentina se ha transformado en un país que escoge la polaridad por sobre la multilateralidad, el sesgo de un minúsculo grupo privilegiado por encima de los intereses de la patria y la región, y un miembro fundador de la ONU que ahora rechaza la cooperación internacional y la colaboración intergubernamental a expensas de la paz, la integración y la sustentabilidad del planeta.

Y este escenario se ratifica cuando nos enteramos del gran mérito de Milei: el índice récord de pobreza en tan solo el primer semestre de su mandato. En efecto, esta cifra da cuenta del empobrecimiento del pueblo, el desempleo, el hambre, la precariedad y el despojo cada vez más pronunciado de bienes que antes atesoraban los sectores bajos y medios y que se han acumulado ahora en los bolsillos de los más privilegiados. Las celebraciones y los aplausos viralizados hace apenas unos días son una oda a la exclusión y las inequidades, pero aquí no termina todo.

Se han empecinado en excluirnos del mundo y firmar un pacto oscurantista con muy pocos beneficiados, que disfrazan de “libertad” el atropello sobre nuestros recursos naturales y el extractivismo salvaje para abultar sus cuentas en paraísos fiscales.

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A pesar de una extensa trayectoria en cooperación internacional y diplomacia, nuestro país ha perdido la oportunidad de formar parte de un proyecto que busca ratificar con énfasis el Acuerdo de París que tanto afecta a la humanidad. Hemos perdido la posibilidad de establecer consensos para garantizar la paz y diseñar estrategias comunes para cerrar asimetrías alimentarias, educativas, sanitarias, de género, etarias, tecnológicas e informativas en pos de un escenario de desarrollo sostenible inclusivo e igualitario para las nuevas generaciones.

Por supuesto que la destrucción del entramado productivo y el empobrecimiento sin precedentes de los sectores bajos y medios del que han sido artífices, los gobiernos neoliberales no encuentran su solución en un voto a favor de un pacto internacional. 

Por eso, defendemos con vehemencia el principio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas”, es decir, todos los Estados tienen la responsabilidad de abordar los desafíos del cambio climático, aunque no todos los países tienen las mismas obligaciones ni responsabilidades respecto de esos retos.

Sin embargo, el voto de la Argentina ante la Cumbre del Futuro no ha sido una decisión más. Que ni el primer discurso del presidente Milei ante la ONU ni las palabras de la canciller Diana Mondino nos sean indiferentes, ya que han dejado a la nación en un estado de mayor vulnerabilidad ante la defensa de nuestras causas nacionales, posibles conflictos y desastres naturales y ambientales que convergen en crisis humanitarias de todo tipo. 

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Mientras el Gobierno vota en contra de otros países periféricos, otros pueblos lastimados por el hambre y la desigualdad, y decide alinearse con intereses absolutamente exclusivos de los capitales concentrados más insaciables, este aislamiento recrudecerá los efectos negativos en las negociaciones por una de las más sensibles causas: la cuestión Malvinas y la defensa de la soberanía nacional sobre ese territorio tan preciado para el pueblo argentino.

El Gobierno desconoce que el Pacto para el Futuro nos distancia de un mundo bipolar para poder abrazar la cooperación internacional y un sistema multilateral que potencie las oportunidades para que, mediante negociaciones intergubernamentales, se alcance una representación más inclusiva, democrática y transparente de todos los Estados miembros. De esta manera, se podría asegurar el pleno ejercicio de los derechos humanos y, muy especialmente, hacer oír la voz de los países endeudados y periféricos que se encuentran a merced de la voluntad de los capitales financieros. 

De esta manera, el Gobierno nacional se ha negado a velar por las generaciones presentes para que actúen con responsabilidad salvaguardando las necesidades y los intereses de las niñas, los niños y nuestras juventudes. Esto significa que les ha arrebatado la posibilidad de vivir en un planeta más inclusivo, habitable y seguro. 

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Con un discurso que rechaza el día logo intergeneracional y que, al mismo tiempo, se remonta a un pasado bipolar que nada representa al escenario actual, el presidente Milei se ha rehusado a bregar por los derechos alimentarios, identitarios, educativos, sanitarios, informativos y tecnológicos de nuestras juventudes.

Con un sesgo anacrónico, les ha negado la solidaridad, el diálogo, la cohesión social y, por supuesto, el derecho tan argentino de alcanzar la movilidad social ascendente, es decir, el derecho al bienestar. Indudablemente, les ha cercenado el derecho a disfrutar de la vida desplegando todo su potencial y diversidad. 

En tiempos de retos que nos invitan a abrazar aún más la defensa de los derechos humanos, el bienestar y la salud del planeta, y la diplomacia para resolver conflictos y consolidar el apoyo externo para reducir la carga de la deuda neoliberal, resulta preocupante el alejamiento de la Argentina de un horizonte consensuado por la mayoría de las naciones para pugnar por un mundo más equitativo y habitable para todas las personas. Y lo más alarmante aún es el empeño por arrojarnos a la intemperie del endeudamiento y al acecho de bufetes de abogados representando a fondos buitres que encuentran en Latinoamérica, la región más desigual del planeta, un terreno fértil para su gula financiera.

Milei ha votado en contra de un planeta más sostenible y seguro, desconociendo la realidad y proliferando la falta de planificación para morigerar los riesgos. De esta manera, a las juventudes las ha condenado al recrudecimiento de los incendios en la provincia de Córdoba mientras las bajantes en el río Paraná continúan afectando los usos de los recursos hídricos.

Ante la necesidad de negociación y más espacios para las naciones endeudadas que claman una arquitectura financiera internacional más justa y equitativa, optar por el aislamiento disfrazado de una rebeldía contra el “autoritarismo” de la acción climática resulta un desacierto inexplicable. 

Mientras tanto, nuestra nación ha descartado el Pacto Digital Global y la Declaración sobre las Generaciones Futuras y, con ello, un marco global de equidad e inclusión fundamental para generar acciones que superen las brechas digitales, informativas y de innovación. De este modo, se podría avanzar hacia un futuro digital seguro, abierto, accesible y centrado en el ser humano y sus derechos universales.

Desde la esfera local y el trabajo incansable de la gestión municipal, seguiremos bregando por una Latinoamérica más unida, segura e igualitaria. Solo con mayor cooperación internacional y vínculos cada vez más solidarios entre los pueblos y entre los gobiernos podremos construir un mundo más habitable y seguro para toda la humanidad, la biodiversidad y su entorno.

*Intendente de Esteban Echeverría, vicepresidente de CGLU para América Latina y vicepresidente de Mercociudades.
 


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