Opinión ¿qué nos lleva a elegir a un candidato? 14 minuto leer Comentarios desactivados en ¿qué nos lleva a elegir a un candidato? 0 Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir en Google+ Compartir en Reddit Compartir en Pinterest Compartir en Linkedin Compartir en Tumblr Las elecciones son un elemento central del sistema democrático. La ciencia muestra que las decisiones de los ciudadanos a la hora de optar por un candidato distan de ser un proceso meramente racional basado en un análisis de costo beneficio de las distintas alternativas. A partir de diversos estudios que se desarrollaron sobre el cerebro humano, existe evidencia suficiente para afirmar que en muchos casos nuestras decisiones descansan en procesos automáticos y atajos cognitivos que lejos están de ser racionales. Con el objetivo de ahorrar recursos para poder enfrentar la complejidad del mundo que nos rodea, nuestra mente suele activar procesos no conscientes que nos permiten resolver los dilemas que tenemos, con el menor esfuerzo cognitivo posible. Dichos atajos en la toma de decisiones son denominados por la neurociencia como «heurísticos». Se trata de operaciones que tienen como finalidad facilitar la formación de juicios cuando contamos con poca información o cuando estamos frente a situaciones de incertidumbre. En algunos casos, los atajos pueden ser eficaces para adoptar una decisión, particularmente cuando sabemos poco acerca de lo que tenemos que resolver aunque, en otras ocasiones, pueden llevarnos a cometer errores. Asimismo, estos procesos se «filtran» en muchas de nuestras decisiones cotidianas sin que nos demos cuenta y debemos ser conscientes de que las decisiones políticas no parecen ser la excepción. Un ejemplo de los atajos heurísticos en política puede observarse cuando se opta por un candidato en base a su identidad partidaria. Es decir, cuando se da por sentado que el candidato que elegimos comparte alguna idea u opinión con el partido o ideología que representa, algo que no siempre sucede. Otro ejemplo podría ser el del “endorsement”. En este caso, el apoyo recibido por un candidato de parte de una tercera persona se vuelve un factor decisivo para la decisión del votante. De esa manera, se llega a pensar que si un político es apoyado por determinada persona, es porque se trata de un buen candidato. Ejemplos recientes de esta cuestión son el apoyo de Mauricio Macri a Javier Milei, la carta firmada por un grupo de intelectuales llamando a votar por Sergio Massa o la postura del club de fans de Taylor Swift, entre otros. Swifties contra LLA.jpeg Las Swifties reiteraron su rechazo a Javier Milei. Twitter La viabilidad que le adjudicamos a un candidato también puede afectar nuestra decisión. A nuestro cerebro le gusta lidiar con menos opciones, por lo que solemos reducir nuestra elección a aquellos candidatos que creemos que son realmente viables o que tienen chances de ganar. Además de estos ejemplos, existen otros factores que tenemos en cuenta como, por ejemplo, la apariencia física de un candidato. La suma de ese aspecto y de los sentimientos que despierta su rostro en nosotros, puede influir en la decisión al momento de votar. En un estudio publicado por Todorov en el año 2005, se le mostró a un grupo de personas fotos de candidatos que no habían visto antes y se les solicitó que evaluaran sus caras solo por cuán competentes creían que se veían. Interesantemente, dicha inferencia no solo predijo al político que luego resultó ganador, sino que también anticipó los márgenes de la victoria. Estos y otros hallazgos, sugieren que las inferencias rápidas a partir de rasgos faciales también pueden incidir sobre las decisiones de los votantes. Otro tipo de error que aleja nuestras decisiones de la racionalidad son los denominados «sesgos». Éstos, a diferencia de los heurísticos, no son errores aislados, sino que son errores sistemáticos que llevan en todos los casos a una interpretación sesgada de la realidad. Uno de los sesgos más estudiados es el de la confirmación, que es la tendencia a prestar atención y recordar aquellas cosas que son consistentes con nuestros pensamientos y a ignorar u olvidar las que no lo son. Aunque los debates de los candidatos son una práctica saludable para la democracia, los especialistas en campañas electorales suelen señalar que su incidencia a la hora de modificar las decisiones de los ciudadanos es escasa, justamente debido al sesgo de confirmación. Así, es muy probable que luego de observar un debate electoral, recordemos las buenas intervenciones y acciones del candidato que pre seleccionamos e ignoremos las buenas intervenciones y acciones del candidato del partido opuesto. De la misma forma, tendemos a ignorar los errores que comete el candidato que apoyamos y a recordar casi literalmente los del candidato opositor. Los estudios científicos parecen indicar que estos procesos no conscientes están presentes de alguna manera en la mayoría de las personas cuando toman decisiones políticas, pero que no a todos nos afectan por igual. De ese modo, mientras que aquellas personas que se encuentran más informadas a nivel político descansan con más frecuencia en heurísticos partidarios o ideológicos, aquellas personas menos informadas suelen tomar sus decisiones en base a heurísticos basados en la apariencia. Sin duda, uno tiene una mayor base de probabilidad de estimación exitosa que el resto. Los heurísticos tampoco aparecen en todas las situaciones por igual. La evidencia muestra que la utilización del recurso de los heurísticos es mayor cuando la selección que enfrentamos es más compleja, ya sea porque hay un mayor número de candidatos o porque los vemos muy similares entre sí. Es importante mencionar que los heurísticos no son siempre considerados negativos en los procesos de elección. Algunos autores; como Lau & Redlawsk, 2013; o Colombo & Steenbergen, 2020; los plantean incluso como un acto compensatorio por la falta de conocimiento de la mayoría de los votantes, de manera tal que personas que tienen muy poca información acerca de lo que deben elegir, toman decisiones «razonablemente» acertadas. Cuando se comparte estos elementos con especialistas en ciencia política, los mismos mencionan que justamente una de las ventajas de los sistemas de partidos altamente institucionalizados es que proveen atajos de información a los votantes, simplificando la tarea a la hora de ingresar al cuarto oscuro. Así, por ejemplo, quien en Estados Unidos vota por un candidato del Partido Republicano, supone por su orientación ideológica, cuáles serán los tipos de leyes que probablemente apoyará o no. Lo mismo ocurrirá con quien vota por un candidato de un partido socialista. En ese sentido, los expertos en la materia advierten que justamente, cuando las etiquetas partidarias pierden sentido, se puede desorientar al votante, lo que probablemente haga que las decisiones tiendan a basarse menos en heurísticos ideológicos o partidarios, y más en aquellos basados en la apariencia personal. ¿Cómo decidir a quién votar? Pero entonces, ¿qué podemos hacer para elegir bien a nuestros representantes políticos? Lo ideal sería informarse acerca de las posturas de los candidatos y reflexionar activa y racionalmente sobre cuáles son consistentes con nuestra forma de pensar. Esa parece ser la mejor decisión. La autora agradece a Ignacio Labaqui por sumar a la presente columna la perspectiva de la Ciencia Política. Ignacio es Licenciado en Ciencias Políticas con especialización en Relaciones Internacionales (UCA) y Master of Science in Sociology (LSE). Además, se desempeña como Profesor en el Departamento de Ciencias Sociales (UCA) y en la Maestría de Estudios Internacionales (UCEMA). Dra. En Psicología, Coordinadora Científica de Fundación INECO y Directora de INECO Organizaciones Link de la Fuente Comparte esto:Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva) Relacionado