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el gobernador tiene un problema más grande que la interna del PJ

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Axel Kicillof está frente a un problema grande como el Aconcagua. Es el nudo más complicado que le ofreció su carrera como político, y que, en algún momento de su vida, tuvieron que desatar todos los dirigentes que decidieron ser importantes. El gobernador de la provincia de Buenos Aires tiene que encontrar qué decir, y también debe conseguir lo más difícil de todo: oyentes para su discurso.

No es que Kicillof no diga cosas hoy. La cuestión es que Kicillof no dice algo distinto a lo que Cristina Kirchner lleva repitiendo desde hace años y, además, cuando habla se dirige exactamente a la misma población que eligió la ex vicepresidenta.

Junto con su marido, Néstor Kirchner, Cristina dio vuelta al peronismo en los primeros años del siglo. Desde ese momento hasta hoy, mal que les pese a las distintas variantes que quisieron zafar de esa trampa, el peronismo se convirtió en kirchnerismo.

Hubo disidencias, es cierto, pero el matrimonio primero y Cristina en soledad después, se convirtieron en la única referencia ineludible y en la única oferta del peronismo al electorado con alcance nacional.

El secreto para hacer eso fue que los Kirchner dijeron algo que no estaba diciendo el resto del peronismo en ese momento. Construyeron un discurso propio, que tomó, por supuesto, retazos de otros discursos e ideas que ya existían, algunos incluso muy viejos, pero consiguieron -y en este punto Cristina lo hizo con muchas más claridad que Néstor- levantar algo singular y que también sirvió para integrar al kirchnerismo en una red de referencias comunes con otros presidentes de América latina.

Esa construcción está hoy maltrecha, pero nadie puede negar que existe, y tampoco nadie puede negar que encima de ella hay parada una jefa. Es precisamente esa vigencia de Cristina lo que le impide al peronismo transformarse en otra cosa y no seguir coleccionando derrotas electorales que, cuando no son derrotas, se convierten en gobiernos malos y decepcionantes para su propio electorado.

¿Qué va a hacer Kicillof con eso? Hasta hoy, no hay indicios que permitan predecirlo. El jueves, en el acto que armó para mostrar su ideario independentista rodeándose de peronistas que abjuraron de Cristina, el gobernador repitió todos los tópicos del discurso K. Su apuesta parece ser la de pararse en el mismo lugar que ocupó en los últimos años y esperar que, esta vez, la jefa del kirchnerismo le diga que le toca a él.

Es verdad que cuenta con grandes ventajas para ser el elegido: gobierna la provincia más poblada del país, ganó su reelección sin resultar afectado por el fenómeno de Javier Milei y no tiene en sus costados otros dirigentes peronistas con mayor intención de voto de él.

Pero esa identificación con Cristina invita a hacerse otras preguntas. ¿Ser igual a Cristina no lo encarcela dentro de los límites del voto que recoge Cristina? Y otra más inquietante. ¿Aceptará Cristina que Kicillof resulte beneficiado con una candidatura que puede convertirse en indiscutida por una decisión judicial que impida que la Presidenta se presente a una elección? Esta última situación puede dejar a Kicillof en una posición tan ridícula como la de Wado De Pedro en 2023, cuando denunciaba acaloradamente que Cristina estaba proscripta y en la frase siguiente se proponía él como candidato del kirchnerismo.

Por supuesto, el kirchnerismo no está pensando en analizar esas sutilezas, y menos en este momento, cuando la jefa está implicada, por primera vez en su vida, en una interna para presidir el Partido Justicialista. “Ayer vimos en Berisso un acto de lanzamiento de la candidatura de Axel y no habló de un tema candente y actual que es la candidatura de Cristina Kirchner a presidir el PJ. Nosotros seguimos esperando un pronunciamiento claro y contundente”, dijo este viernes Oscar Parrilli, uno de los canales por los que suele circular la voz de Cristina.

Para decirlo de otro modo, La Cámpora no está esperando que Kicillof alumbre algo distinto que no sea parasitario del kirchnerismo: a ellos la neutralidad ya les parece una traición suficiente. Otra vez, se puede citar a Parrilli: “Nos llama la atención que le dé lo mismo que presida el PJ, Cristina o (Ricardo) Quintela, sin desmedro para el gobernador de La Rioja. Hay una diferencia abismal y Kicillof pertenece a un espacio político que lo llevó a la gobernación de la Provincia”.

En la reunión previa a la presentación de su lista, en la sede de SMATA, Cristina dio un paso más y corrió a Kicillof de la neutralidad: “Sus ministros están juntando avales para Quintela”, dijo, antes de equiparar a Kicillof con dos villanos de la Biblia: Poncio Pilatos, el prefecto romano que prefirió no tomar la decisión de salvar a Jesús luego de que el pueblo de Judea lo sentenciara a la crucifixión y Judas, el traidor de la última cena.

La furia de Cristina no está motivada solo por la amargura de saberse traicionada o poco defendida. Hay algo más detrás de esas invocaciones bíblicas.

La postulación de Quintela permitió registrar todo el enojo y el descontento que genera Cristina, sobre todo en el peronismo del interior. Todavía no se puede saber si llevarán toda esa osadía hasta el final para conseguir que efectivamente ocurra la primera interna nacional del peronismo en 36 años y más difícil aún es predecir si la lista que encabeza el riojano conseguirá poner en problemas o derrotar a Cristina, pero sí cumplió con una tarea testimonial.

La escaramuza también puso a Kicillof, acaso definitivamente, en un casillero que él siempre se resistió a ocupar con todo su cuerpo. En el acto de Berisso del 17 de octubre, más que nada por el entorno envejecido que lo acompañó sobre el escenario, Kicillof se recibió de político. El propio gobernador lo refrendó cuando cerró su discurso vivando a Juan Perón, un hombre que ni siquiera Cristina reivindica en sus discursos. Ese Kicillof contrastó con aquel académico de izquierda que la ex presidenta convirtió en funcionario peronista y también con el hombre que se sacaba fotos llegando en un Renault Clío a plazas bonaerenses con tarimas improvisadas.


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