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El impulso infinito de migrar

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Desde tiempos inmemoriales el hombre ha ido en búsqueda de nuevos horizontes. Por supervivencia, por in-adaptación al medio, por curiosidad o por expansión territorial o de poder, el impulso por migrar es parte de la naturaleza humana y un reflejo del cual no es posible liberarse.

Hace millones de años, nuestros ancestros destacaban por su habilidad para trepar árboles, una capacidad ligada a su estructura simiesca.

Con el tiempo, los humanos perdieron esta facultad, pero adquirieron una ventaja evolutiva clave: caminar sobre dos piernas. El primer homínido que mostró dicha capacidad fue el Sahelanthropus, que habitaba el cinturón del Sahel, en África.

Aunque no fuimos los primeros en erguirnos completamente, pues primates no humanos combinaron las diferentes formas de locomoción, nuestra evolución hacia el bipedalismo fue una transición crucial.

Nuestra estructura esquelética se fue adaptando a lo largo de milenios hasta que finalmente surgimos como Homo erectus, lo que nos permitió caminar grandes distancias y crear herramientas.

Más tarde, nuestra especie evolucionó hasta convertirse en Homo sapiens hace unos 200,000 años, como señala Yuval Noah Harari en Sapiens: De animales a dioses. Posteriormente, la Revolución Cognitiva, hace unos 70.000 años, consolidó nuestras habilidades de comunicación y organización social, lo que permitió las primeras grandes migraciones humanas.

Estas migraciones tempranas, originadas en el Cuerno de África y el Medio Oriente, fueron impulsadas por el hambre y la búsqueda de mejores condiciones de vida. Nuestros ancestros se enfrentaron a desafíos ecológicos y climáticos mientras exploraban nuevas tierras, un proceso que continuaría moldeando la historia de la humanidad hasta nuestros días.

Invasiones

Europa ha sido el destino de migraciones prehistóricas y de grandes invasiones a lo largo de los siglos, y los pueblos indoeuropeos, los vikingos, los hunos, los otomanos, y las sucesivas olas de migración y conquista moldearon dicho continente.

Tras la caída del Imperio Romano en el siglo V, Europa comenzó a formarse como una entidad cultural y política distintiva, marcada por la interacción entre la civilización cristiana occidental y el mundo islámico al sur, así como el imperio bizantino al este, y territorio se convirtió en la meta de innumerables movimientos migratorios e invasiones.

La conquista musulmana

La primera conquista musulmana de Europa y expansión del islam se inicia en el año 711, cuando Tariq ibn Ziyad derrota al rey visigodo Rodrigo en la batalla de Guadalete, ocupando la Península Ibérica. Allí creó el Emirato de Córdoba en el 756 y más tarde el Califato de Córdoba en el 929, que perduraron hasta la caída de Granada en 1492 en que se completa la Reconquista y los territorios vuelven al control cristiano.

Otra ocupación fue la de Sicilia y el sur de Italia, la que dura solo unos 200 años, del 831 hasta finales del siglo XI, cuando fue recuperada por los normandos.

La segunda oleada se produce con la instalación sucesiva de comunidades procedentes de países de mayoría musulmana a partir de la Segunda Guerra Mundial. La descolonización tras esta última facilitó el desplazamiento desde las antiguas colonias en África y Asia hacia Europa, emigrando a Francia quienes provenían de Argelia, Marruecos y Túnez, y al Reino Unido los de Pakistán e India.

Dado que al comienzo de la post guerra la reconstrucción económica de Europa generó una alta demanda de mano de obra para la industria, los países centrales establecieron acuerdos con Turquía, Marruecos y Argelia para obtener trabajadores migrantes temporales.

Sucedió lo inevitable: los migrantes terminaron asentándose permanentemente en Francia, el Reino Unido, Alemania, Bélgica, Suecia y otros países, en los que desarrollaron sus familias y también produjeron conflictos a consecuencia de sus dificultades de integración las que no solo subsisten sino que se han incrementado a través de sus segundas y terceras generaciones.

Llegando a la actualidad encontramos en Europa una población musulmana conformada por una diversidad de comunidades de distintos orígenes étnicos y culturales, de unos 35 millones de personas, equivalentes al 6% de la población continental y que podría más que duplicarse hacia el 2050.

Ha sido más que notorio el crecimiento de dicha población no solo como consecuencia del incremento de los niveles de inmigración, sino de la mayor tasa de natalidad comparativamente la de la población europea.

La media de hijos por mujer musulmana en Europa es de 2,6 y los del continente el 1,6, esto es, muy por debajo del nivel de reemplazo poblacional de 2,1. Los distintos países individualmente tienen tasas incluso muy menores: Italia 1,24; España 1,16; Reino Unido 1,56; Alemania 1,51 y Suiza 1.48.

Y como dato no menos significativo, la edad promedio de la población musulmana es 30,4 años y la europea de 44,5 años. Posiblemente el asesinado líder libio Muamar Gadafi desconocía esos datos, pero años atrás decía que Europa no se reconquistaría con armas ni combates, sino con los vientres de las mujeres musulmanas.

En número de habitantes, Francia cuenta con la mayor población musulmana de Europa, unos 6 millones de personas equivalente al 9% del total, estimándose que al 2050 alcanzaría al 18%. Sin esperar tanto en ciudades como Marsella es actualmente el 25%. Grandes comunidades musulmanas existen igualmente en Alemania (5 millones), España (2,2 millones) y el Reino Unido (4 millones).

La magnitud e importancia que reviste en Europa la existencia de dichas comunidades se relaciona con cierta incapacidad o falta de voluntad de integración y la manifiesta vocación del islam por universalizarse.

Ha sido también el antes citado coronel Muamar al Gadafi quien ha expresado categóricamente, en una conferencia pronunciada hace más de una década en Roma, a metros del Vaticano, que “el islam tiene que convertirse en la religión de toda Europa” siendo “la entrada de Turquía en la UE el primer paso para islamizarla” (Diario El Mundo, Madrid, 30.08.2010).

El islam tampoco disimula sus ambiciones políticas, y ello lo reconoció un líder más prestigioso para la comunidad musulmana, el Ayatollah Khomeyni, quien sostuvo que “si el islam no es político, no es nada” (Michel Houellebecq; Soumission, ed. Flammaion, pag.223).

El alto grado de apego a las tradiciones de las comunidades musulmanas en Europa se manifiesta también en que los problemas entre sus integrantes no suelen ser tratados por jueces o cortes nacionales del país de residencia sino por tribunales islámicos, en especial en conflictos civiles y cuestiones matrimoniales, si bien las decisiones de aquellos carecen de reconocimiento legal.

Con cayucos y pateras

África y Europa se hallan ligados por lazos ancestrales, históricos y coloniales, existiendo actualmente una inmigración masiva que viene volcándose sobre este último continente en general a través a través de rutas marítimas desde Libia, Senegal, Somalia, Eritrea, Mali, Sudan del Sur, etc.

Una captura de video muestra a rescatistas de la Guardia Costera Turca mientras auxilian a refugiados.

Esta surte de invasión ha creado una onda de choque entre y dentro de los distintos países de recepción de los migrantes siendo un factor generador de tensiones políticas, sociales y económicas y un tema de la más alta preocupación para las poblaciones, los lideres y los políticos europeos.

Impulsados por el hambre, la pobreza, el desempleo, los conflictos armados y el cambio climático, prácticamente a diario desde aquellos países desembarcan en las costas europeas y en frágiles embarcaciones que azarosamente sobreviven el peligro de atravesar el Atlántico o el Mediterráneo, que no pocos suelen convertirse en tumbas.

El arribo masivo constituye, para las poblaciones locales, un desafío logístico de importancia, pues en general se carece de adecuada capacidad receptiva y condiciones dignas de alojamiento, máxime aun para los numerosos menores no acompañados que han sido librados a su destino.

En esta instancia se está ante una realidad incontrolable, con aristas dramáticas y que suscitan una real inquietud y urgencia en elaborar y proponer medios y soluciones para prevenir la inmigración ilegal. Hasta el presente ninguno de los países ha logrado formular propuestas clarificadoras ni eficientes.

Algunos políticos postulan que hay que defender el interés supremo del Estado y preservar las identidades nacionales de los inmigrantes, refugiados, asilados, transnacionales, trabajadores no permanentes, etc., evitando la dislocación de los valores culturales, el lenguaje y las demás características socio demográficas.

Otros, entienden, por el contrario, que la fusión de los flujos migratorios es positiva pues se interrelaciona con las poblaciones locales y aporta, a través de un proceso de hibridación, una nueva configuración demográfico social y cultural.

La ultraderecha, fuerza cuyo poder muy probablemente se incremente en las ya muy próximas elecciones europeas como lo preanuncian los resultados en las regiones alemanas, ha adoptado un lenguaje acentuadamente más binario que se avecina a las posiciones de Hungría, cuyo presidente, declaradamente xenófobo y refractario a recibir migrantes y los reenvía en buses a Bruselas, impide traspasar sus fronteras y criminaliza a las ONG y a quienes ayuden a inmigrantes ilegales.

La anarquía caracteriza a la política de los distintos países sobre de la inmigración en Europa; cada uno resuelve conforme lo que deciden sus circunstanciales gobiernos. Recientemente España, adoptando una posición opuesta a la deriva xenófoba prevaleciente, ha propuesto regularizar a cientos de miles de inmigrantes radicados en el país y suscripto convenios con Estados africanos para regular el ingreso de refugiados.

Alemania acaba de hacer un giro copernicano en su política liberal y ha adoptado una política de endurecimiento y reintroducción de los controles fronterizos e internos, y redujo las prestaciones sociales para algunos refugiados, entre otras medidas relevantes.

En el espacio Schengen, donde prevalece la libertad de circulación, se han restablecido también los controles fronterizos internos por razones de seguridad. Francia lo ha hecho respecto a las fronteras con sus nueve países vecinos.

Es un tema calificado de candente e “inflamable”, que ocupa el primer puesto en el ranking de las preocupaciones de los europeos y que ha llevado a intensificar un reclamo constante de solidaridad.

Por el momento los 27 países europeos se han sentado a esperar la cumbre de presidentes para mediados de octubre.

No se ha hallado aun la forma de regular razonablemente el ingreso de migrantes. Aumentar el control de fronteras, externalizar el control de la migración a los países de origen o brindarles financiamiento, apoyo logístico o suscribir acuerdos bilaterales o multilaterales con aquellos, ha fracasado por igual.

La importancia de las inmigraciones y las consecuencias de las crisis que conlleva ha sido tratada en la reciente Asamblea General de las Naciones Unidas que la incluyó como uno de los temas centrales de su agenda, pero ha quedado pendiente, en diferido, abordar este fenómeno​ y encontrar soluciones sostenibles que beneficien tanto a los países de origen como a los de destino.

Los sueños de los migrantes no son fáciles de desalentar ni vencer.

La Remigración, nuevo fenómeno

En respuesta a las crecientes tensiones migratorias, varios países europeos han implementado programas de remigración, ofreciendo incentivos económicos para que los inmigrantes regresen a sus países de origen.

En tanto Francia proporciona la austera cifra de 2.000 euros y cubrir los costos de viaje y reubicación, y Alemania y Suiza ofrecen apoyo financiero adicional para la reintegración de los migrantes, Noruega trata de seducir con asistencia logística y escaso dinero.

Por el contrario, Suecia, conocida por su apertura hacia la inmigración, acaba de anunciar el 12 de setiembre un nuevo programa de remigración de próxima entrada en vigor, que eleva a 31.000 euros por persona, equivalentes a 124.000 euros por familia a la ayuda económica a migrantes radicados en el país para fomentar su retorno, cifra muy por encima de la actual de 3512 euros por familia. Pareciera, sin embargo, que esta iniciativa no estaría destinada a tener más que un limitado éxito según el resultado de una reciente encuesta, a la cual el 77% ha respondido que no estaría dispuesto a dejar el país, ni aun cuando se le ofreciere una cifra considerablemente mayor.

El Turismo, Masivo e Invasivo

Otro tipo de «invasión» de Europa del siglo XXI es la del turismo masivo, un fenómeno sin precedentes. Después de la pandemia de COVID-19, se ha hecho evidente que el número de turistas ha aumentado de manera exponencial y superado las cifras previas a dicha crisis sanitaria.

Manifestantes marchando el fin de semana durante una protesta contra el turismo masivo en BarcelonaManifestantes marchando el fin de semana durante una protesta contra el turismo masivo en Barcelona

En realidad, ningún país se había acondicionado para un retorno masivo de visitantes por encima de los índices anteriores a la crisis, susceptible de poner en peligro la identidad cultural y alterar el modo y costo de vida locales.

España es el país que más turistas recibió en 2023: ochenta y cinco millones y se estima que ha de continuar creciendo.

Resulta paradójico que el auge turístico, prescindiendo de los beneficios propios de esa industria, genere tensiones, pero sucede particularmente en ciudades españolas e incluso en otros países cuyos residentes locales sufren las consecuencias del alza del costo de vida y la saturación de infraestructuras urbanas.

El turismo representa el 10% del PIB de la UE, siendo mayor dicha repercusión en las diversas economías en particular: en Grecia (20%), en España (15%), en Italia (13%), etc. y a pesar de ello en gran parte de Europa se registran casos de turismofobia.

Algunos pretenden justificarlo en que la masividad constituye una amenaza para la calidad, el costo de vida, la identidad local, e incluso el medio ambiente. Mas incomprensibles aun que los pretensos argumentos son los actos de vandalismo y las protestas contra los visitantes, los insultos, gritos y desplantes a individuos y grupos, así como los carteles invitándoles a que se vayan a sus casas.

En su máxima manifestación, en Barcelona, el grupo Arran, organización juvenil radical vinculada a la izquierda independentista catalana ha atacado buses y utiliza pistolas de agua contra los turistas. Actos similares se han registrado en Mallorca, San Sebastián, Venecia, Ámsterdam, Dubrovnik y otras ciudades.

Las medidas implementadas para intentar controlar el número de turistas: imposición de tasas, limitación al acceso a ciertas áreas, regulación de los alquileres temporarios, construcción de infraestructuras y hoteles turísticos, etc. han evidenciado ser inútiles e inefectivas, y han puesto de resalto que no existe otra solución que optar por políticas de turismo sostenible que equilibren el crecimiento económico con la protección del patrimonio cultural y la calidad de vida de los residentes.

El turismo espacial y una nueva odisea

A medida que la Tierra enfrenta desafíos cada vez mayores, la mirada humana se ha tornado hacia el espacio; la aventura exploratoria y el turismo espacial se han iniciado.

Esta foto muestra el cohete Soyuz de Rusia después de ser lanzado en tren hasta la plataforma de lanzamiento en el cosmódromo de Baikonur en Kazajstán el 12 de septiembre. , 2023. El cohete lanzó la Expedición 70 del astronauta de la NASA Loral O’Hara, los cosmonautas de Roscosmos Oleg Kononenko y Nikolai Chub a la ISS. /NASAEsta foto muestra el cohete Soyuz de Rusia después de ser lanzado en tren hasta la plataforma de lanzamiento en el cosmódromo de Baikonur en Kazajstán el 12 de septiembre. , 2023. El cohete lanzó la Expedición 70 del astronauta de la NASA Loral O’Hara, los cosmonautas de Roscosmos Oleg Kononenko y Nikolai Chub a la ISS. /NASA

Acaba de aterrizar en Kazajistán la nave rusa Soyuz desacoplada de la Estación Espacial Internacional con dos astronautas rusos que estuvieron viviendo más de un año entero y un tercero unos seis meses. Otros astronautas, se hallan involuntariamente demorados en el espacio a la espera de su rescate en febrero próximo.

En tren de turismo, a bordo de Blue Origin (empresa de Jeff Bezos que compite con otras) ha llevado a más de 30 personas a un periplo orbital con el cohete New Shepard, y el ultimo, con seis pasajeros, ha tenido una duración de 11 minutos desde el despegue hasta el aterrizaje.

Estas increíbles aventuras y los futuros viajes interplanetarios tienen algo en común con las lejanas migraciones emprendidas por nuestros antepasados, los Homo sapiens: el espíritu y la pulsión del ser humano por expandir fronteras y descubrir nuevos mundos. Ante tales expectativas, posibilidades y esperanzas, surge la pregunta: ¿Qué nos está permitido esperar?


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