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El postre de Gardel que vuelve a Congreso

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Julio Cortázar la menciona en tres de sus cuentos y Molina Campos en varios de sus famosos almanaques. No hay grieta ahí: la Hesperidina, bebida elaborada con cáscara de naranja, es un ícono argentino y primera marca registrada en el país. No pasa lo mismo con el Leguisamo, a pesar de ser un postre con sobrada historia y tango. ¿Fue un invento de la Confitería Del Molino o de Las Violetas?

El diferendo histórico parece que finalmente quedará cerrado cuando reabra sus puertas el edificio de estilo art nouveau ubicado frente al Congreso de la Nación. Al menos eso creemos al terminar la visita guiada de una hora y media por las cúpulas, los subsuelos y la cocina del lugar.

“Gardel era uno de los más fieles clientes de esta confitería y le pidió a su fundador, Cayetano Brenna, que inventara un postre para agasajar a su amigo Leguisamo”, asegura la guía, y promete que ese postre volverá a servirse tal y como se comía en los años ‘30, con mucho hojaldre, merengue, marrón glacé y crema imperial con almendras. ¿Y el dulce de leche? Los memoriosos recuerdan que se agregó años después, para los paladares más golosos. Pero ese es otro tema.

Los visitantes que nos retiramos esta mañana de primavera por las puertas giratorias que dan sobre la esquina de las avenidas Rivadavia y Callao, ya no tenemos dudas de que el Leguisamo salió de aquí mismo. Y de que volveremos por él cuando se reinaugure la confitería que estuvo cerrada durante casi 30 años. “Falta nada”, alienta la guía que habla sobre la puesta en valor de lugar, cuyas obras de restauración están terminadas “en un 100%”. Entonces, después de tomar un café de cortesía en la planta baja, se nos llenarán los oídos con música de Gardel: Leguisamo solo gritan los nenes de la popular/Leguisamo, viejo y peludo nomá’ gritan todos los de la oficial .

La historia recuerda que el jockey uruguayo corría con un caballo de Gardel, Lunático, y que cierta vez ganó una carrera memorable. Ahí fue donde se cocinó aquello del postre: “Hacéle un recuerdo de la victoria”, le pidió Carlitos al pastelero Del Molino. Y por primera vez un jinete tuvo su propio pastel, que hasta entonces solo ostentaban los apellidos de reyes, nobles e ilustres.

Pero Irineo Leguisamo era mucho más que el jockey de Gardel. Tenía 13 años cuando ganó su primera carrera en el hipódromo de Salto con su yegua Mentirosa. Y tenía 19 cuando debutó en Palermo con Mina de Plata. Y tenía más de 70 cuando corrió en San Isidro con Mac Honor, un caballo de Palito Ortega. El viejo jinete ya estaba retirado, pero aceptó este último desafio más por amistad hacia “el Negrito” (como llamaba al tucumano) que por otra cosa. Y ganó, como corresponde a una leyenda.

Cuando lo felicitaban por el triunfo, dijo: “El verdadero jockey hoy fue Dios”. Por entonces, la receta del Leguisamo ya circulaba de casa en casa, como los vasos de Hesperidina. Y a nadie le importaba saber dónde había nacido aquella bomba de hojaldre. ¡Leguisamo solo, nomá!


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