Guiños a la casta y gritos para la tribuna

“¿De qué estamos hablando? Eso es si el reclamo fuera genuino, si en el medio consideramos que es un mero eufemismo para defender a cuatro delincuentes que usan una causa noble para ganar dinero a costa de robárselo a alumnos, profesores, edificios y demás. Me parece que no hay mucho más que discutir”. En el tono exaltado que lo caracteriza, el presidente Javier Milei defendía el veto a la Ley de Financiamiento Universitario, poco antes de que la votación en el Congreso le permitiera mantenerlo en pie. “Vinimos a terminar con los curros. Si estuvieran limpios, ¿cuál es el problema de que los auditen?”, agregaba.

Varias dudas. En primer lugar, si hay “cuatro delincuentes que usan una causa noble…”, y esa información está en poder del Presidente, ¿por qué no se los denuncia ante la Justicia para abrir la investigación correspondiente?

Por otro lado, como se pregunta Milei, ¿cuál es el problema de que los auditen? Auditar los fondos sería una importante medida en favor de la transparencia y del eficiente manejo de los recursos, y una buena causa a defender: el desvío de partidas universitarias para financiar la política partidaria es inadmisible.

Ex titular de la Auditoría General de la Nación (AGN) y ex diputado, el radical Jesús Rodríguez fue contundente: El gobierno de Milei, dijo, “no tiene voluntad política de controlar los gastos de las universidades públicas”, y explicó que de tenerla, le bastaría con derogar una resolución de noviembre de 2022 del ex Procurador del Tesoro de la Nación, el ultra K Carlos Zannini. Hace diez meses que podría haberlo hecho.

Denunciar desde una tarima con generalizaciones, o sin identificar como corresponde a los destinatarios de las acusaciones, no sirve para hacer justicia ni para, llegado el caso, luchar contra la corrupción. Es más vale una forma de enchastrar masiva y gratuitamente y de sembrar dudas a mansalva, alimentando odios y crispación. Así, tenemos “periodistas ensobrados”, “diputados coimeros”, “zurderío inmundo”, “ratas miserables”, “casta putrefacta”, “radicales consuetudinariamente estafadores”, “comunistas asesinos”, “degenerados fiscales”, “traidores”.

En su concepción de una gestión a todo o nada, cuesta a veces entender algunos criterios. Como cuando, a poco de asumir, y teniendo en cuenta el déficit de funcionarios propios, y el aún mayor de idóneos, barrió de un plumazo a Osvaldo Giordano, el cordobés que había nombrado al frente de la ANSeS y que destapó la olla del escándalo de los seguros que involucra a Alberto Fernández y que reveló Clarín.

Aparentemente por el voto en contra de su mujer, diputada, a algunos incisos de la Ley Omnibus, Giordano fue despedido del organismo apenas dos meses después de haber asumido. Por esos mismos días se anunció el ascenso del abogado K que avaló la doble pensión de Cristina Kirchner y los contratos con los seguros, y que había sido relegado durante la breve gestión de Giordano. El mes pasado, Diario Mendoza Today se preguntaba en una nota “¿Por qué los amigos de Massa siguen como directores en la ANSeS de Milei?”.

De que la vara es flexible, no hay duda. Quedó demostrado cuando el libertario presidente provisional del Senado, Bartolomé Abdala, admitió tener más de 15 asesores y blanqueó que 13 de ellos trabajan en la provincia de San Luis porque “Mi deseo es ser gobernador y para eso necesito mantener vivo el territorio”. Fue días después de que LLA echara del bloque a Francisco Paoltroni por oponerse a la candidatura de Ariel Lijo a la Corte Suprema. A Abdala nadie pensó en echarlo: apenas le pidieron que bajara un poco el número de asesores.

Casta que me hiciste mal y sin embargo te quiero.