La lección de Julie

“¿Por qué en la vida uno se empeña en huir de la vida?”. Se lo pregunta sobre el escenario del Maipo Miss Catalina Lonely, una muy severa y estricta profesora de inglés, que, diez años atrás, fue capaz sin embargo de permitirse un acto heroico y casi absurdo al mismo tiempo. Un acto que si bien la obligó a dar un giro a su carrera le permitió reconectar con una parte de ella que había quedado sepultada y olvidada; tan sepultada y olvidada como los sombreros y los disfraces que atesoraba en un viejo baúl.

Tenía 6 años Catalina cuando vio en el cine “La novicia rebelde” y descubrió a Julie Andrews. El deslumbramiento fue inmediato. Disfrazarse, convertirse en otras encerrada en su habitación, cantar con la voz maravillosa que desconocía tener, fueron moldeando sus sueños. Sueños; de eso va “Una película sin Julie”, la magia que Lucila Gandolfo pone en escena. Sueños que alguna vez se soñaron, sueños que quedaron truncos por decisión propia o por esas circunstancias de la vida que a veces, sin saber muy bien cómo, cuándo ni por qué, torcieron un rumbo que parecía inequívoco; sueños acunados en soledad, nunca confesados; sueños de infancia que tal vez, quién sabe, puedan aún despertar de su letargo de años ahí cuando parece que las cartas ya están jugadas y se entró en tiempo de descuento.

Desde su recorrido vital, con las canciones de Julie Andrews como leitmotiv, Catalina Lonely, con ese apellido que se antoja casi como una vocación de destino y una condena a la soledad, lleva a los espectadores a rebuscar en la memoria sus propios sueños, exhumarlos y darles, por qué no, una nueva oportunidad sobre esta tierra.