La victoria pírrica de Israel

Hace un año el mundo amanecía con un ataque a gran escala de Hamas invadiendo Israel con consecuencias que no se podían conmensurar. Hoy podemos evaluar los resultados empíricos de esos acontecimientos. En primer lugar, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó varias semanas después de los hechos la resolución ES10/21 en virtud del impase en el que se encontraba el Consejo de Seguridad debido a que no lograba aprobar ninguna disposición.

La resolución expresa “la grave preocupación de la comunidad internacional por la escalada de violencia desde el ataque del 7 de octubre y por el grave deterioro de la situación en la región”. Tal fue la poca sensibilidad y empatía con las víctimas del terrorismo de ese día que la resolución tuvo 14 votos en contra y 15 abstenciones ya que no hubo una condena explícita a los hechos terroristas.

En segundo lugar, el daño a la imagen pública de Israel por las imágenes de una región hecha escombros demandará décadas en recuperarse. Esas circunstancias le permitieron a la vicepresidente del gobierno español, Yolanda Díaz a decir “Palestina será libre desde el río hasta el mar”.

Ese eslogan hace referencia a las fronteras de Palestina bajo mandato británico, que se extendía desde el río Jordán hasta el Mar Mediterráneo, antes de la creación del Estado de Israel en 1948. Sus detractores, en particular el gobierno israelí, lo interpretan como un llamamiento a la eliminación del estado judío.

En tercer lugar, el 10 de mayo la Asamblea General votó una resolución que dice que “Palestina está calificada para transformarse en un estado miembro de la ONU”. Esa votación obtuvo 143 votos a favor, 25 abstenciones y 9 contrarios. Sin embargo el hecho más potente a nivel mundial ocurrió un par de días después cuando España, Irlanda y Noruega declararon reconocer un estado palestino.

Si bien este hecho no tuvo consecuencias para el estatus de Palestina en las Naciones Unidas (ya que desde 2012 es un Estado observador no miembro del foro) el hecho significativo que une a ambos procesos políticos palestinos es Hamas. En efecto, los avances diplomáticos que ocurrieron en la ONU en 2012 y 2024 se dieron inmediatamente después de acciones militares de esa organización contra Israel y las respuestas militares de esta nación.

Y si bien solo el Consejo de Seguridad puede decidir sobre la plena admisión (hubo también una moción en ese sentido hace algunos meses que fue vetada desde Washington) el mensaje peligroso que transmite Hamas es que solo la lucha armada y no la pasividad de la Autoridad Nacional Palestina pueden llevar a la materialización de la creación del estado palestino. De esta forma legitima la lucha armada negando la vía diplomática de una solución negociada.

Otro perjuicio a la imagen pública y diplomática de Israel son los procesos legales ante la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional en donde se acusa al país y algunos de sus líderes de genocidio, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad por su respuesta militar en Gaza.

Todo esto se alinea con el dictamen de la Corte Internacional de Justicia que en julio determinó que “la presencia continuada de Israel en los Territorios Palestinos Ocupados es ilegal”, al examinar la ocupación desde 1967. La sentencia impone que el Estado hebreo tiene la “obligación de ponerle fin lo antes posible” a esa situación.

Finalmente, desde el plano militar Israel no ha logrado cumplir con su objetivo declarado desde el inicio del conflicto y destruir a Hamas. Si bien es cierto que sus capacidades operativas se han visto profundamente dañadas no es menos claro que su reconstitución podría ser lograda en el mediano plazo con Israel fuera de Gaza. Ni siquiera Israel puedo liberar a la totalidad de los rehenes tomados en cautiverio hace 12 meses. A esto hay que sumarle el capítulo Hezbollah que recién comienza.

Agustín Romero es Doctor en Ciencia Política y director del posgrado en Asuntos Argentinos, Facultad de Derecho, UBA