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El Papa versus Milei, una confrontación anunciada

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El solideo Papal versus la desconcertada cabellera del presidente Milei.

La confrontación ya es explícita.

Todo ocurre entre fragmentaciones y volcanes pompeyanos. Lava que paraliza puentes entre Roma y la Casa Rosada.

El Pontífice circunvalado por las profundas campanadas de los diapasones vaticanos, con voz más explícita que sus ambiguos sonetos para hablar de la satrapía venezolana, fijó aquí clarísima posición: “Me hicieron ver una represión, hace una semana o un poco menos quizá. Obreros, gente que pedía por sus derechos en la calle. Y la Policía la rechazaba con una cosa que es lo más caro que hay, ese gas pimienta de primera calidad. Y no tenían derecho a reclamar lo suyo, porque eran revoltosos, comunistas, no, no. El Gobierno se puso firme y en vez de pagar la justicia social pagó el gas pimienta, le convenía…”

Juan Grabois estaba entre el auditorio que lo oía en acongojada, erizada y obediente devoción.

El oneroso gas pimienta impactó ardiente también, intangible a través de la distancia, pero presente en el beatífico discurso papal.

El Santo Padre aludía a una manifestación en la que había jubilados sí, y otros que no eran jubilados y que manifestaban con ánimos muy caldeados y no muy pacifistas según se observaba.

Los vándalos también acudieron a la protesta.

Bergoglio recordó con énfasis, el hecho cierto de que una niña de diez años fue rociada con gas pimienta. Y es verdad en simultáneo que la situación de los jubilados es dramática.

Y también es verdad que el drama no se resuelve con demagogias ni emisiones nominales.

Antes de escuchar en breve audiencia a la ministro Sandra Pettovello, Francisco recibió a diversos dudosos inmaculados. Todos encabezados por el corrosivo monaguillo Pablo Moyano y sus acaudalados justicieros compañeros de los diversos gremios, algunos medievalistas políticos, vintages incluso para la soberbia estética renacentista de la profundidad de las columnatas y ornamentos y frescos del sacrosanto sitio.

Ahora Su Santidad se ha pronunciado. Tras las 14 toneladas de piedras contra el Congreso había preferido, mesurado, la discreción.

Desde su presencia espiritual el general Perón abraza al maquiavelismo sin pecado concebido que emana desde San Pedro.

El gobierno a la vez persiste y persistirá en el muy contundente ajuste.

¿Vendrá alguna vez Francisco a la Argentina?

El mundo laico padece a la vez la parálisis de los cielos y los aviones vuelan cuando los jerarcas acaudillados por Pablo Biró así lo quieren.

El Papa no quiere protocolos antipiquetes por lo que se ve. Frente a los piquetes aéreos no se escuchan voces de altas sotanas que condenen la represión del libre tránsito.

A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del Cesar.

No se trata de discutir la fe de nadie, sino de los profanos avatares de los trabajos y los días argentinos.

El Papa refutó “el silencio de la indiferencia, el silencio frente a la injusticia” y especificó entonces su diferencia raigal con el presidente: “La injusticia social deriva en violencia verbal y ésta en violencia física, y finalmente a la guerra de todos contra todos”.

Para Milei, la justicia social es una falacia, considera falso el apotegma que afirma con convicción militante que allí donde existe una necesidad hay un derecho. No es así para Milei porque “las demandas son ilimitadas y los recursos son limitados”.

El Papa lo ve a la inversa: “El diablo entra por el bolsillo” enunció y repitió ante su audiencia ahora en el Dicasterio Vaticano.

Para Milei, el mal es el anticapitalismo.

Es una disputa teológica política.

Con implacable rigor dogmático el Papa consideró que aquí “al colonialismo se lo llama litio”.

Para el gobierno es lo opuesto como para el canon empresario. Ven en el litio inversiones reales y potenciales que producirán trabajo.

Para el Papa Julio Argentino Roca merece el sangriento descrédito de haber sido el responsable de la decapitación de los pueblos originarios: “Roca…que les cortó la cabeza a todos los aborígenes, una cosa vergonzosa…”

Para el modernismo laicista Roca es el fundador de la Argentina moderna. Por cierto fue quien rompió relaciones con la Iglesia al sancionar la Ley 1420 de la enseñanza, laica, gratuita y obligatoria.

Hubo 16 años de ruptura entre el gobierno y la Iglesia. Roca restableció las relaciones durante su segundo gobierno.

Pero nunca ganó las simpatías clericales.

El nacional catolicismo argentino choca contra el modernismo entonces y contra el globalismo autodenominado anarcocapitalista ahora.

La economía de las misiones jesuíticas, donde la caridad exigía la evangelización, resiste y resistirá a la agnóstica escuela economicista que no cree en las corporaciones y sí en la desacralización profunda del Estado tutelar.

Las respectivas tripulaciones de ambos credos lanzaron al ruedo sus visiones antagónicas.

Durante la campaña electoral todo era aún más crudo. Alberto Benegas Lynch (h) había propuesto romper relaciones con el Vaticano.

La convivencia será compleja.

Y el Papa y Milei, vuelven a desenmascarar sus rostros apaciguados durante unos meses.

Y vuelven a desenvainar sus posiciones que no tienen nada en común.

Porque todo está en debate.

Y ésto recién comienza.


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