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lo que el personaje del Joker revela sobre la psicología del mal

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¿Se nace malvados o nos hacemos malos? La ciencia lleva siglos tratando de mediar entre simpatizantes de Hobbes o defensores de Rousseau. Todavía no existe una explicación clara a la naturaleza del hombre ni al grado de corrupción que la sociedad le impone, pero parte de la respuesta puede dárnosla el Joker.

El personaje ya se estudia en las carreras de criminología. Tal es la fuerza, tan pulida su contundencia, que es materia científica. La nueva película de Todd Phillips, Joker: Folie à Deux, vuelve a regalarnos un magnético Joaquin Phoenix en la veste de uno de los personajes más icónicos del mundo del thriller y los cómics. La figura ha evolucionado a lo largo de los años hasta conformar un auténtico muestrario del camino del hombre hacia el mal.

Es posible que ni siquiera Bill Finger, Bob Kane y Jerry Robinsons, sus creadores, intuyeran en su día la profundidad que su personaje adquiriría. El trickster, habitual en la mitología y el folclore, es un ente perturbador que a través de mañas y ardides es capaz de desvelar, sembrando burla y caos, los pliegues más sórdidos de la sociedad. Una ambivalencia entre lucidez y oscuridad que encuentra en el Joker su máxima expresión.

Según el profesor Adrian Reine, eminencia de la neurocriminología, el Joker de Phoenix representa a la perfección el camino del hombre hacia la violencia. En la biografía del personaje se encuentran los pasos típicos que transforman a una persona en bestia. Como ocurre en la mayor parte de biografías de asesinos seriales, suelen darse cuatro eslabones.

El Joker de Phoenix representa a la perfección el camino del hombre hacia la violencia

El primero se produce durante la infancia. La ausencia de amor, la sensación de desprotección o los abusos, tanto físicos como psicológicos, van moldeando la mente. La figura materna suele ser primordial, en cuanto representativa de serenidad y cobijo. Una relación turbulenta con la madre, aunque también con el padre, puede precipitar acciones y emociones controvertidas en el futuro. La segunda variable ahonda en la parte ambiental o social. Son las experiencias, las relaciones, el círculo afectivo del individuo, su cultura y educación. Las historias que ha vivido el asesino moldearán su realidad.

El tercer elemento de referencia es el trauma. Como factor desencadenante, provoca a menudo tal ruptura con la realidad, que sus consecuencias se observan hasta en la química cerebral. Y el cuarto eslabón recae en la biología y la genética. Ciertas personas tienen una predisposición innata a la rabia, el malestar, la irritabilidad o la impulsividad. Los estudios cerebrales del neurocientífico James Fallon muestran claramente las variaciones morfológicas de los cerebros de los psicópatas. Esas «malformaciones» pueden venirnos de serie, o ser fruto de traumas, incluso lesiones.

Juegan un papel importante los trastornos o enfermedades mentales. Si bien la enfermedad per se no genera violencia, en ocasiones un tratamiento insuficiente sí puede provocar reacciones violentas. De la interacción entre los distintos factores, endógenos y exógenos, se obtiene el cóctel criminal.

De la interacción entre los distintos factores, endógenos y exógenos, se obtiene el cóctel criminal

¿Es el Joker de Phoenix malo por naturaleza? La comunidad científica está dividida. El personaje, llamado Arthur Fleck, padeció maltrato físico y emocional de pequeño, creció en un ambiente tóxico en el que la relación disfuncional con su madre afectó a su identidad y autoestima. Sufrió bullying, acoso y problemas económicos. De su personalidad se deduce un trastorno antisocial, depresión, tintes psicopáticos y ciertos elementos esquizotípicos. Su risa descontrolada puede ser fruto de una epilepsia gelástica y muestra incontinencia afectiva.

Si a esto se agrega una sociedad corrupta, injusta y fallida que lejos de proteger a los débiles los ridiculiza, cuyos dioses ya no son eruditos sino agitadores, donde el poder aplasta toda esperanza, en un contexto de polarización, descontento y rabia, la violencia parece encontrar su razón de ser. Cada ingrediente conforma un camino que no defiende el resultado, pero sí ayuda a comprenderlo. La vulnerabilidad del personaje de Phoenix lo hace más Arthur que Joker.

Por eso, para explicarlo y nunca justificarlo, sus brotes de ira pueden interpretarse como los desvaríos de un loco malvado, o como una forma catártica de fuerza y liberación. Una reacción movida por su predisposición destructiva inscrita en una colectividad defectuosa, incapaz de comprenderlo y, por ende, de protegerse. Según muchos investigadores, como el psicólogo criminal Peter Vronsky, la sociedad moldea al monstruo. Y la humanidad puede reaccionar de dos formas distintas.

El camino hacia el mal es polimorfo, va más allá del bueno y del malo

La respuesta simplista es la mera condena. La compleja, además de la crítica, busca razonar sin perder la firmeza. La profundidad psicológica del Joker muestra que el camino hacia el mal es polimorfo. Va más allá del «bueno» versus «malo», y aporta matices que pueden servir para la prevención, como la tolerancia, la observación, la cura y la atención. Los actos malvados han de ser castigados, pero también examinados. La justicia está para juzgar, la ciencia para explicar.

Las diversas propuestas del personaje del Joker reflejan los desvaríos de la locura deliberada, pero también la sofisticación de una violencia minuciosamente articulada. Desde el carisma del Joker de Jack Nicholson (Batman, 1989), el nihilismo caótico propuesto por Heath Ledger (El caballero oscuro, 2008), la extravagancia sociópata mostrada por Jared Leto (Escuadrón suicida, 2016), hasta el desquicio más trágico de Phoenix. Por eso, muchos criminólogos de prestigio se valen de sus distintos rasgos para explicar cómo cae el ser humano hasta los suburbios más despreciables del ánimo. 

Biografía

Carmen Corazzini estudió periodismo y Comunicación Audiovisual. Se especializó con un máster en ‘Estudios Avanzados en Terrorismo: análisis y estrategias’ y otro en ‘Criminología, Victimología y Delincuencia’.


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