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Confesiones de una ex chica Disney frente a la laguna

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Afuera, el atardecer comienza a ahogarse en la laguna Brava. Es la hora justa en que las gaviotas y los zorzales colorados bajan a tomar el último baño. La chica de calzas negras está descalza, como estamos todos, y parpadea con ganas detrás de sus anteojos. Se presenta con una sonrisa aniñada de dientes apenas desparejos: “Vine para encontrarme”.

Pocos saben acá, en medio de la serranía bonaerense de Balcarce, quién es esa chica que habla mientras afuera el cielo se hace fuego. El fin de semana de yoga y trekking recién comienza de este lado del paraíso.

Chachi Telesco fue durante mucho tiempo la “chica Disney” del video sexual que se viralizó en Rafaela, la ciudad santafesina donde nació y no pudo volver por pedido familiar durante dos Navidades. Ahora Chachi Telesco es el nombre de una ley contra la violencia digital. Ya tiene media sanción en su provincia y tiembla de emoción al contarlo.

Respira hondo e insiste con aquello de querer “encontrarse”. Dice que vino a abrazar a la mujercita que fue hace 17 años, cuando se filtró un video íntimo teniendo sexo con su primer novio que la dejó expuesta frente a todo el país. Entonces sintió que le faltaba suelo debajo de los pies. Se quedó sin trabajo y enfermó.

La difusión de esas imágenes robadas en 2007 (y vendidas a 100 pesos la copia) fue tan masiva que la sacaron de High School Musical, el proyecto de Disney que integraba como joven actriz. El escándalo -recuerda ahora, después de haber conocido las alturas y los abismos- arruinó su carrera y sufrió acoso mediático durante años: “Fue horrible verme desnuda en todas las pantallas, nadie cuidó mi intimidad”.

Pero ahora María Fernanda «Chachi» Telesco está acá, sentada en el suelo con las piernas cruzadas. El último rayo de la tarde se cuela por la geometría de los espejos del salón ubicado frente a la laguna y no hace falta preguntarle si leyó a DH Lawrence, porque queda claro que eligió vivir sin importarle “cuántos cielos hayan caído”, como escribió el poeta inglés.

La tormenta oscura de su juventud quedó atrás. Ya no siente el peso de una mirada clavada en ella cada vez que vuelve a Rafaela. Ganó las batallas legales contra Google y Yahoo para retirar el “video de la vergüenza” y ahora impulsa la ley que lleva su nombre para “prevenir, sancionar y erradicar la violencia digital y mediática”.

Dice que encontró en el yoga su filosofía de vida: “Hay dos formas de eliminar toxinas: a través de la orina y de la respiración”.

Hoy, a sus casi 40 años, le presta su nombre y su voz a las chicas que no saben cómo defenderse. Recorre escuelas para ayudar.

“Yo fui el primer caso mediático en el país y no había nadie que me escuchara, ni en tribunales ni en las comisarías. No había armas para ir en contra del monstruo invisible de Internet. Ya aprendimos”.

La brisa del atardecer trae un ruidoso gorjeo de benteveos y calandrias. Afuera es la hora de los pájaros.


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