Esto ya es una guerra

Hacerse mayor significa muchas veces aprender a vivir entre tropezón y tropezón. Con los años aprendes a saber que las buenas etapas son solo el impasse entre un mal momento y el que vendrá después. Y te esmeras, porque lo has ido aprendiendo, en exprimir esos momentos de tranquilidad aparente mientras la próxima tormenta se va gestando, allá lejos, en un horizonte que ni siquiera tú eres capaz de ver todavía.

Viendo cómo está todo, parecería que no es exactamente este el momento del impasse, de la tranquilidad. Netanyahu se ha empeñado en incendiarlo todo. Ha decidido que el mundo, el orden precario que había en sus fronteras, hay que hacerlo saltar por los aires. Sea como sea. Vamos camino que se cumpla el primer año desde los ataques de Hamás, la ‘excusa’ que ha servido al líder israelí para emprender una guerra contra todos. Sin escuchar a nadie más que no sea a su equipo más estrecho. Un año en el que Gaza, tal y como lo conocíamos, ha desaparecido (recientemente veíamos unas imágenes grabadas con dron de lo que un día fue la ciudad de Rafah y estremecía ver ese montón de escombros). Un año en el que muchos niños han perdido para siempre su infancia, su familia y, lo peor, si es que hay algo aún peor, su inocencia.

Y todo mientras la comunidad internacional se ha visto incapaz de parar todo esto. Netanyahu decidió que, en plena Asamblea de Naciones Unidas, iba a decirle al mundo que él iba a ejecutar el plan que tiene en la cabeza. Que iba a completar el trabajo, ¿qué trabajo?, ¿quién se lo ha encargado?, y que no pararía hasta lograrlo. Desafiante. Sintiéndose impune.

Gaza. Hace algo más de una semana, el Líbano, hace unos días, Yemen, este martes, Siria y, por la noche, pasó lo que muchos temían: Irán respondió. Al anochecer lanzó un ataque masivo contra Israel, un país mucho más preparado para estos ataques, con sus escudos antiáereos y con las alarmas sonando en Tel Aviv, en Jerusalén…