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La Bella durmiente y su efecto mágico

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La muñeca de cera más antigua del mundo es una Bella Durmiente. Está en el museo de Madame Tussaud de Londres. Nunca lo visité pero en la web hay videos de turistas que muestran a esta muñeca de tamaño natural tendida de espaldas sobre un sofá, con un brazo sobre la frente, entregada al sueño. Su pecho sube y baja con suavidad al ritmo de la respiración. Es hipnótico mirarla. El efecto se logra con un motor que al principio funcionaba con un mecanismo de relojería y luego fue reemplazado por un sistema eléctrico.

Por su silencio y su parecido con los humanos, los muñecos siempre resultan espeluznantes. El cine hizo de ellos una fuente inagotable de terror, con absoluta preferencia por los que remedan niños. Chucky y Annabelle son los más famosos, pero hay toda una galería de autómatas niños en la que la cultura parece admitir lo inadmisible: que la crueldad se parece bastante a la inocencia y que la infancia es un terreno de pulsiones desatadas.

Un muñeco niño asusta más que Drácula, quien al menos tiene método y perversiones a la altura de su título nobiliario. Mucho peor, tal vez, son los muñecos ventrílocuos, que no son ni niños ni adultos y que suelen hablar con una voz también intermedia, especie de criatura atrapada entre dos estadíos que sus manejadores siempre utilizaron para destinos tristísimos, como los chistes vulgares o los comentarios políticos ramplones.

La Bella Durmiente de Tussaud produce un efecto mágico. Todo lo contrario de las réplicas de cera de famosos como la de Lady Di o Michael Jackson, que solo producen decepción (todo en ellos recuerda a la muerte y no a la vida). Quizás el éxito de la Bella se deba al sueño. “Todo lo que duerme vuelve a ser niño” dice un verso de Pessoa. Sin duda, ver dormir a otros nos produce respeto, como si no quisiéramos romper un hechizo, algo que también ocurre frente a esta muñeca. También puede ser que la Bella Durmiente sea mágica simplemente por su anonimato. No tiene obligación de parecerse a nadie. No se sabe quién fue la modelo que usó Mme Tussaud para esta muñeca, hay varias versiones. La oficial es que se trata de Madame Du Barry, una cortesana amante de Luis XV que murió en la guillotina.

Antes de exiliarse en Londres, uno de los trabajos que tuvo Madame Tussaud junto a su mentor Curtius fue el de hacer máscaras mortuorias de figuras notables. Durante la Revolución Francesa, trabajaron directamente con cabezas cercenadas, entre ellas, la de Madame du Barry, quien había subido al cadalso gritando y pidiendo clemencia. Su rostro en la muerte tenía un rictus de horror así que Curtius tuvo que pellizcarle póstumamente la mejilla para formarle una sonrisa. Luego vertió una capa de cera en el suelo al lado de la tumba y rodó la cabeza por encima para que quedaran sus rasgos. Eventualmente, Mme Tussaud usó esa máscara para crear su Bella Durmiente. Una historia de terror real mucho más inquietante que las ficciones hechas con muñecos.


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