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Según Milei, China no exige nada

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Dijo el presidente Milei en la entrevista televisiva del pasado domingo que China le ha sorprendido «gratamente» y que el gigante asiático «es un socio comercial muy interesante porque ellos no exigen nada». Habría sido quizá más apropiado decir que es un socio importante, incluso fundamental, en tanto que es el segundo socio comercial de Argentina tras Brasil; y que el margen de maniobra de su gobierno es restringido por haber heredado una situación económica desesperada.

Pero en su razonamiento, en el que tácitamente trató de justificar su giro copernicano desde su candidatura presidencial, Milei estuvo desafortunado. No es reprochable que el presidente economista haya entendido que lo que conviene a Argentina es una relación pragmática con Pekín. Abandonar las diatribas anticomunistas y priorizar las cosas del comer. Pero hablar de una China «muy interesante» en base a que «ellos no exigen nada» y a que «lo único que piden es que no los molesten», es un error de diagnóstico considerable.

El propio Milei de algún modo se desmintió a sí mismo en su frase justamente anterior, al decir que «tuvimos una reunión con el embajador, [y] al otro día destrabaron el swap». Es decir, lo que de ella se deduce es que China tenía la operación congelada y que fue necesaria una reunión satisfactoria para liberarla. Y, en la frase posterior, volvió a contradecirse porque que China pida «que no los molesten» es una exigencia en sí misma. No es una petición, es una advertencia.

El esquema de Pekín para que nadie se salga de la línea se basa en la seducción comercial, de ahí su empeño por visibilizar los beneficios de la cooperación. Si la seducción no es suficiente incentivo, se cierne la amenaza implícita de las represalias comerciales e institucionales.

La espada de Damocles sobre quienes critiquen los abusos en Hong Kong o Xinjiang, tengan cercanía diplomática con Taiwán, pidan una investigación sobre el origen del Covid, concedan un galardón a un disidente chino, abran una causa de justicia universal contra sus líderes, desafíen la conducta china en su periferia. O cualquier otra causa molesta para el régimen.

La estrategia funciona. China nos ha tomado la medida y pocos gobiernos se atreven a arriesgar su relación comercial con el gigante. Milei no es el único mandatario que ha tenido que tragarse sus diatribas contra el gobierno chino, lo que de algún modo viene a cuestionar la oportunidad de las mismas. Pero incluso admitiendo el acto de contrición por razones de pragmatismo o necesidad, parece del todo inapropiado el halago desmedido y la justificación imprecisa del presidente en la entrevista.

Y no sólo eso. También que en ella anunciara, quién sabe si como pleitesía política para favorecer una nueva era en la relación bilateral, que viajará a Pekín en enero para participar en el foro China-CELAC. Difícilmente podría haber elegido Milei un escenario más inoportuno.

China instrumentaliza dicha plataforma para impedir, con la adhesión de los gobiernos autoritarios regionales, la promoción de la democracia, los derechos humanos y la transparencia en América Latina, además de para promover su revisionismo del orden liberal internacional.

Lo anterior chirría sobre todo porque el presidente argentino puso, al inicio de su mandato, el listón de las expectativas con respecto al país asiático muy alto. Ahora, con su giro conciliador, ha enseñado a China que en los swap, en las exportaciones y en su dependencia económica del gigante tiene una vulnerabilidad fácilmente explotable.

Juan Pablo Cardenal es periodista especializado en la internacionalización de China y editor de Análisis Sínico en www.cadal.org


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