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Series sobre crímenes reales, ¿morbo o algo más?

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Tengo que reconocer que mi adicción a las series y documentales de true crime es un placer culpable. Se trata de un género audiovisual que está en todas las plataformas y narra hechos verídicos y criminales. Hasta Disney Plus tiene su Crímenes en la montaña sobre homicidios sucedidos en algún Parque Nacional de los Estados Unidos. El true crime toma el formato del documental, reconstruye el hecho con testimonios de los allegados a las víctimas y al asesino, e incluye entrevistas a autoridades policiales y judiciales que participaron del caso. Para la reconstrucción de los hechos, en ocasiones se apela a actores que hacen una dramatización del suceso. En este sentido, una perlita del género es Los peores compañeros de casa del mundo (dos temporadas en Netflix), donde las dramatizaciones están hechas con animación. El mix documental y animación es una bomba para los sentidos, porque nos está gritando: ¡Esta es una historia real y te tienes que imaginar los verdaderos rostros, la verdadera ira y la verdadera pena!

El Canal ID (Investigation Discovery), dedicado al suspenso y la investigación, comenzó a emitirse en Latinoamérica en 2012 y fue pionero. Toda la programación era sobre true crime y estaba dividida en una suerte de categorías: Casados con secretos, Dementes, Temerás a tu vecino, etc. No puedo explicar por qué, pero en momentos de crisis a fin de ese año, solía poner el canal y dejarlo correr. Siento que me relajaba y que esa sensación se debía a lo mismo por lo que los chicos se excitan con las películas de terror. Después de la adrenalina liberada durante la visión de la peli de terror, aparece el alivio: pude vencer al miedo. Creo que esa sensación es la que atrapa a los espectadores de true crime: la maldad humana es infinita y estoy advertido y aliviado de no ser yo a quien le ha tocado vivirla. Es decir, se cumple aquello que el viejo Aristóteles pregonaba acerca de la catarsis que debe poseer una tragedia: producir en el espectador pavor y compasión a la vez.

Otros documentales de true crime corrieron mejor suerte: Carmel: ¿quién mató a María Marta? y El crimen de la escalera, rrealizado por el francés De Lestrade: ambos hoy se pueden ver en Netflix. Sobre ellos se basaron las series sobre los casos, protagonizada la primera por Jorge Marrale y la segunda por Colin Firth. En ambas, se partía de la premisa de que fue el marido quien mató a la esposa.

El true crime tiene mala fama: a la gente le gusta el morbo, repiten sus detractores. Yo creo que al espectador le sorprende que el ser humano mate tanto y con tanto ensañamiento a sus seres queridos, sobre todo. ¿Cuánto arte hay en un true crime? Tal vez no mucho; tal vez solo busca impactar y aleccionar, igual que hacía la Iglesia Católica siglos y siglos atrás cuando relataba el martirio cruento de los santos. Y nadie se rasgaba las vestiduras por eso. Mírense algunos true crime y después me cuentan.


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