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claves del caso contra el hombre que drogó a su mujer y la ofreció a 72 agresores

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Es el relato del horror y la depravación. El macrojuicio que comenzaba esta semana en el Tribunal de lo Criminal de Vauclusen, Francia, contra un hombre acusado de drogar a su mujer y ofrecerla a 72 violadores ha puesto cara al conocido en el país como monstruo de Mazan. Dominique Pélicot, de ahora 71 años, se dedicó durante nueve años, entre 2011 y 2020, a organizar agresiones sexuales contra su esposa Gisèle, a la que drogaba para que no se pudiera enterar de las mismas. Todas ellas quedaron registradas en más de 20.000 archivos de vídeo. 

Junto al acusado, otras 50 personas, las que han podido ser localizadas tras identificar a 72 a través del material incautado, también se sientan estos días en el banquillo de los acusados. Tanto Pélicot como sus compinches se enfrentan así a una pena de unos 20 años de cárcel. «Es la perversidad más absoluta», asevera Caroline Darian, hija del matrimonio, en un libro de memorias publicado en 2020 (And I Stopped Calling You Daddy) y que ha sido analizado por The Telegraph. En el mismo, la hija cuenta en primera persona todos los detalles de lo acontecido durante nueve años en el seno de una familia aparentemente normal. 

Tras conocerse en 1971 y después de casi 50 años casados, los Pélicot decidieron mudarse a Mazan, Aviñón, en 2013. Sus tres hijos ya eran adultos y ellos estaban jubilados. La aparente normalidad saltó por los aires el 12 de septiembre de 2020 cuando el marido, entonces de 67 años, fue sorprendido in fraganti filmando bajo las faldas de tres mujeres en un supermercado. Estuvo detenido dos días. 

Fue entonces cuando le confiscaron el teléfono, la cámara y su ordenador. En los mismos encontraron imágenes que mostraban a Gisèle dormida y siendo agredida sexualmente por desconocidos, en muchos casos bajo sexo extremo y violento. Tras revisar más de 20.000 archivos durante dos años, contabilizaron 92 violaciones de 72 personas distintas, de las que 51 pudieron ser identificadas

Aunque en la jornada judicial de este miércoles, el comisario jefe del Service régional de Police Judiciaire (SPRJ) de Aviñón, Jérémie Bosse Platiére, especificó que la mujer habría sufrido 285 violaciones al año entre julio del 2011 y octubre del 2020 por parte de más de ochenta hombres, aunque la mayoría de las agresiones eran perpetradas por su propio marido.

«Tu padre va a ir a la cárcel», dijo la madre a la hija en una llamada telefónica aquel día, según recoge Darian en su libro. Además, ella también aparecía en algunas imágenes en ropa interior de frente y de espaldas. Pélicot había comparado las mismas con fotos similares de su esposa y las había compartido con otras personas en un foro privado denominado Sin su conocimiento. «Yo era su segunda presa», señala Darian al mencionado medio.  

Un entramado reglas 

Aunque el entramado de reglas y normas no escritas que había ideado Pélicot desde el año 2011 era más complicado. Según cuenta su propia hija en las memorias y recoge el mencionado periódico, en una primera toma de contacto hablaba con los posibles abusadores en una web de citas, donde iba seleccionando los que le interesaban. El segundo paso era saber si ellos, como él mismo, estaban interesados en «el método de la violación«. Después publicaba fotos de su mujer en el mencionado foro. 

Gisele P. acompañada de sus hijos durante el juicio.
Gisele P. acompañada de sus hijos durante el juicio.
Getty Images

Al parecer, la mayoría de los que respondían a la petición de Pélicot vivían cerca. Así, tenía una conversación por Skype y después les enviaba un mapa de cómo llegar a su casa que previamente había dibujado. Para no llamar la atención de los vecinos, pedía a los violadores de su esposa que aparcaran sus coches frente a un gimnasio de la zona. 

Entre los seleccionados, ninguno podía llevar perfume o fumar para no dejar rastro de su presencia en la casa. A su llegada, les hacía desnudarse en la cocina y dejar los teléfonos en el coche, les pedía que estuvieran atentos a su ropa por si tenían que salir corriendo, que susurraran, y les hacía lavarse las manos con agua caliente para no despertar a Gisèle cuando la tocaban. Algo que para el juez Roger Arata, que se dedicó a resumir los hechos en la segunda sesión de macrojuicio, parecía imposible. «La víctima se encontraba en un estado más cercano al coma que al sueño», dijo. 

Entre los identificados y acusados, de 26 a 74 años, hay un bombero, un camionero, un concejal municipal, un trabajador de informática de un banco, un guardia de prisiones, una enfermera y un periodista. De todos ellos, el acusado guardaba subcarpetas en el ordenador para tener localizado el material que grababa.

Puro voyerismo

La motivación detrás de más de una década de violaciones y engaños quedó clara tras la detención del hombre. Según Efe, Pélicot explicó a los investigadores que lo hizo porque le gustaba ver cómo otros hombres tocaban a su mujer. Puro voyerismo. 

En las memorias de Darian, además, la propia hija apunta a que su progenitor siempre había tenido problemas de dinero. «Pero no se benefició de mamá. Lo hizo solo por placer», detalla. En el examen psicológico que se le hizo cuando fue detenido no se descubrió ninguna patología o anomalía mental, pero sí una desviación sexual y «una personalidad perversa«. Aunque en el juicio se ha conocido que el encausado cobraba a los violadores en la puerta de su casa antes de entrar. 

En su entramado criminal, además, Pélicot escondía las drogas que usaba contra su mujer en el garaje, en sus zapatos para caminar, en un calcetín deportivo… por toda la casa. «Me da asco, me siento sucia, mancillada, traicionada. Es un tsunami, es como si me hubiera atropellado un tren de alta velocidad», contó la víctima, que declarará este jueves en el juicio, a Afp

Enfermedades y shock postraumático

En el comienzo de este macrojuicio, el magistrado puso de manifiesto que la mujer sufre cuatro enfermedades de transmisión sexual directamente imputables a las violaciones de las que no guarda ningún recuerdo y padece además un fuerte estrés postraumático con pensamientos suicidas.

Según la organización M’endors pas, creada por su propia hija junto a expertos sanitarios para sensibilizar y prevenir actos de sumisión química, que alguien sea drogado continuamente puede producir una alteración del estado de consciencia, amnesia, somnolencia, mareo, incapacidad para moverse o tomar decisiones. También puede llevar a la pérdida del control y la coordinación, incluso puede favorecer el comportamiento desinhibido.

Relacionado con un crimen

Con la detención de Pélicot no han hecho más que sucederse las macabras sorpresas. La incorporación de su ADN en los ficheros judiciales ha servido para relacionarlo con  dos crímenes no resueltos en la región de París: un asesinato de una mujer de 23 años en la capital en diciembre de 1991 y una tentativa de violación de otra de 19 años en mayo de 1999 en la localidad de Villeparisis, a 30 kilómetros.

Por otro lado, han sido muy pocos los imputados en las violaciones que han reconocido los hechos, pese a que, según Pélicot, eran conscientes en todo momento de lo que estaban haciendo. Tan solo diez de ellos han admitido los cargos, incluido el propio Pélicot, algo fundamental a la hora de que sean condenado por violación agravada. «Mi padre es un criminal y tengo que aprender a vivir con esta realidad grotesca y a aceptar que me destrocen las necesidades de justicia, verdad y el amor que una vez sentí por él», sentencia Darian en el diario británico. 


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