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el asado de los héroes, escotes, ensaladas y el tío borracho

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«Buenas noches, pase por acá, son veinte mil el cubierto». Apenas ingresaban a la Quinta de Olivos, los diputados libertarios, del PRO y algunos radicales, se encontraban con los dos cobradores, que solo aceptaban tarjeta de débito y no la app líder del amigo de la casa, por caso, para abonar la cena. Antes debían dejar el el teléfono en una bolsita, que iba a parar a un canasto, para ser devuelto solo a quienes se retiraban. Ni siquiera regresaban a las manos, aunque fuera por un lapso breve, a quienes salían a fumar.

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Javier Milei tomó la palabra y pidió un scrum a los 87 héroes, que en rigor fueron 71.

La idea, claro, era que nadie pudiera tomar fotos de la velada en la que Javier Milei agasajó a los «87 héroes» que con su voto blindaron el veto que impidió un aumento de los salarios pasivos a los salvajes jubilados, dispuestos a fundir al país por el solo hecho de obtener un kilo de milanesas extra en su mesa, cada mes. De los 87 finalmente fueron 71. Los ausentes: nueve diputados del PRO, los tres del bloque Independencia que responden al gobernador tucumano Osvaldo Jaldo, tres radicales. La Libertad Avanza, solo registró una sola ausencia, la de Rocío Bonacci.

Hasta allí habían llegado en tres combis repletas salieron desde el Congreso rumbo a la residencia presidencial minutos antes de las 20hs del martes, aunque algunos diputados prefirieron ir por su cuenta, fundamentalmente los del PRO. “A ver si en el trayecto nos llevan a visitar alguna cárcel”, se escuchó decir a uno de ellos entre risas. Otros se quejaban del operativo policial, ya que las motos que iban delante de la comitiva golpeaban los vidrios de los automovilistas que circulaban a esas horas por avenida Maipú, lo que generó que todos fueran insultados. «Fue excesivo», decían, ya en la Quinta, entre los libertarios moderados. Ingresaron por la parte trasera de la residencia, para evitar a los manifestantes octogenarios que hacían barullo sobre Libertador.

La recepción incluyó bocaditos fríos, algo retro, como tostaditas con paté. Recién pasaron al recinto principal cuando llegó el Presidente, quien saludó a uno por uno de los asistentes. Con una mesa dispuesta en forma de U en el quincho de la Quinta de Olivos, el presidente Javier Milei reunió a los «héroes”. Pese a su pasado futbolístico, al tomar la palabra el jefe de Estado utilizó un ejemplo de otra disciplina deportiva y les pidió a los legisladores “hacer todos juntos un scrum”. Algunos ya se levantaban de sus sillas cuando entendieron que el pedido no era literal, sino que apuntaba a un trabajo mancomunado en la agenda legislativa.

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Manuel Adorni extiende su tarjeta "black" para pagar la cena. También Karina Milei aprovechó la promo del generoso asado por $20 mil.

Manuel Adorni extiende su tarjeta «black» para pagar la cena. También Karina Milei aprovechó la promo del generoso asado por $20 mil.

Este hecho cambió los humores de la mesa. Es que los libertarios tenían caras largas, mientras que los del PRO se mostraban risueños, ya que además ocuparon para su sorpresa los lugares más cercanos al Presidente y su mesa principal. Es decir, Milei dio por hecho una alianza para el 2025 y una suerte de bloque unificado, hecho que no termina de agradar a los libertarios pura cepa. Algunos de ellos, además, quedaron lejos de su amigo Martín Menem, quien fue a la mesa central junto a Karina Milei, Santiago Caputo, Manuel Adorni, Patricia Bullrich y Guillermo Francos. Así, los LLA se quedaron en silencio buena parte de la noche, mascullando bronca.

También el Presidente explicó por qué era necesario sostener el veto, y pidió que el scrum resistiera los próximos embates «populistas». Es decir, los nuevos proyectos que llegarán al Congreso para expandir el gasto. La curiosidad es que hubo un segundo dirigente en pedir la palabra, y le fue dada: el radical Mariano Campero. El tucumano fue tildado como «el tío borracho de la fiesta», ya que primero le dejó un vino a Milei, pese a es abstemio, y después reclamó a todos luchar por la patria. Readecuó el grito de guerra del Presidente: «¡Viva la Patria, Carajo!», aulló, y todos los asistentes lo miraron sonrojados, con algo de enojo por la excentricidad de Campero, pero también con «vergüenza ajena».

Escotes, distancias y ensaladas

La ansiedad era grande: muchos de los hombres y mujeres de la cámara baja tenían expectativa de conocer a los perros del primer mandatario, especialmente a Conan, o al menos a su espíritu. Pero se quedaron con las ganas, porque no hubo animales en el encuentro.

El asado para “los héroes” se facturó a nombre de la cuenta del buffet de Casa Rosada. De hecho, los trabajadores que cobran todos los días el menú en Balcarce 50 fueron convocados a última hora para trabajar en la Quinta de Olivos. De previa, empanada de carne cortada a cuchillo. Luego, chinchulines, morcillas, riñones y chorizos fueron parte de la entrada. El plato fuerte: tiras de asado y vacío, aunque algún comensal señaló que era en rigor tapa de asado “un poco seca”. Se podía repetir. Las ensaladas: rúcula y parmesano, mixta, zanahoria y huevo, y papa y perejil. El vino elegido fue Hacienda Del Plata, Arriero Premium Blend, valuado en Mercado Libre en $18.000. De postre, una mousse de chocolate reemplazó al tradicional flan mixto que se venía sirviendo últimamente en Olivos. Llegaba decorado con un rulo de caramelo. Café y té para finalizar. Una ganga por apenas $20 mil.

Un plato que dio que hablar fue la ensalada de papa y huevo de Damián Arabia, que preparo especialmente porque “no da caer a una casa con las manos vacías”. Pensada para seis personas, finalmente alcanzó para veinte. El plato fue cuestionado porque no contaba con dos ingredientes clave: mayonesa y perejil. El primero era justificado, pues el aderezo podría haber arruinado la frescura de los tubérculos.

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Algunos pasaron hambre, tal es el caso de Patricia Vásquez, que es celíaca y no consiguió que le preparen un plato libre de gluten. Lo curioso es que terminó comiendo la empanada inicial. Otros llevaron su propio vino, como Oscar Zago, que cayó con un Trumpeter.

Quien llamó la atención fue la diputada libertaria María Celeste Ponce, quien preparó su look desde temprano y mostró en una foto en sus redes sociales que eligió el color dorado y los brillos para la cena. Provocadora, con escote y tajo que le dejaba las piernas al descubierto, fue catalogada como «osada» por compañeras de bancadas. Y, claro, sí robó la mirada de los hombres, quienes no obstante prefirieron sentarse lejos para no pasar un momento incómodo. «Que no aparezca el alma de Alberto», dijo uno de ellos, entre risas.

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El disgusto de Ponce fue grande cuando se enteró que, pese a tanta preparación, fue sentada en la punta de la mesa, bien lejos del triángulo de hierro pero también de su amiga Lilia Lemoine. Hay quienes dicen que hubo cierto encono entre ellas y Lilia terminó discurseando buena parte de la noche a un fatigado Gerardo Milman. Lilia también estuvo lejos de Marcela Pagano, su enemiga de bloque, quien estuvo en el otro extremo con hombres del PRO, como Cristian Ritondo o Diego Santilli. En ese espacio se sorprendieron por lo «humano» del Presidente, quien se quedó hasta el final del encuentro. «Cuando nos juntábamos con Mauricio, apenas si aparecía cinco minutos», comparaban.

Otro que se preparó especialmente para el ágape fue el asesor Santiago Caputo. Si bien en un principio señalaron desde su entorno que no asistiría al encuentro, finalmente se apersonó no sin antes afeitarse. Resulta que horas antes Lisandro Catalán compartió una imagen en la cual se podía ver a la “mano del rey” junto a Guillermo Francos y Karina Milei, intentando desmentir roces en el gabinete. La imagen recibió numerosas críticas por el nuevo estilo de Caputo, y parece que las balas entraron, pues eligió cambiarlo antes del encuentro en la quinta presidencial.




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