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El desfinanciamiento universitario nos condena a la desigualdad y al atraso

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Es una partida menor de la participación pública en la economía, pero simbólica de un engranaje mucho más amplio de medidas que tienen como objetivo central generar una estructura de negocios extractivista de recursos naturales -agro, energía, minería y pesca- prácticamente sin valor agregado industrial, acompañada por actividades de servicios, donde lo financiero tiene preponderancia y liderazgo.

La organización social y productiva que desde el poder ejecutivo se intenta instalar es mucho más parecida a la que rige en el resto de Latinoamérica. Los rasgos esenciales son los de una inserción internacional subordinada al interés de las grandes potencias, con sociedades todavía más fragmentadas que la nuestra, con mayor precarización laboral, sometida a los sectores dominantes y donde la enseñanza superior, gestionada por el sector público, posee un espacio de influencia mucho más acotado.

Un pilar enorgullecedor de nuestro país, desde una perspectiva progresista a lo largo de su historia, ha sido el rol militante de los estudiantes y también de los trabajadores por defender y promover sus derechos. En buena medida, las tensiones distributivas y la conflictividad social está vinculada a la lucha de esos colectivos sociales que han tratado de resistir frente al intento de grupos concentrados de buscar plantar relaciones de poder mucho más parecidas a las de nuestra región. En los países hermanos esas disputas fueron saldadas hace tiempo en favor de los poderes dominantes y, por lo tanto, los cambios de modelos económicos y la movilidad social es todavía menos frecuente.

En el orden latinoamericano imperante que el actual gobierno trata de replicar no se requiere que una porción significativa de la población acceda a una formación académica superior gestionada por el Estado; los cuadros de personal técnico necesarios para el funcionamiento del sector público y del corporativo privado son mayormente ocupados por una élite de la población capaz de pagar íntegramente su capacitación universitaria.

Probablemente, buscar romper espacios de formación soberana, plural e inclusiva sea la razón de la salvaje agresión del Presidente Javier Milei en contra de las universidades públicas a través de su desfinanciamiento. Y, en particular, puede explicar la razón del golpe de la semana pasada a la institución del sector público más reconocida y prestigiosa internacionalmente por su excelencia académica, la Universidad de Buenos Aires (UBA), con acusaciones falsas, aseverando que su Carrera de Economía hace un “lavado de cabeza” a los estudiantes.

El embate presidencial provocó una categórica respuesta de la dirección de la Carrera de Economía de la UBA a través de un comunicado que concluye del siguiente modo: “¿Se trata de meros prejuicios, de fanatismo ideológico, de pura ignorancia? ¿O, es más bien una actitud que tiene que ser leída en el marco más general del ataque de la actual administración a todas las actividades que se desarrollan en el ámbito de las instituciones del sistema de investigación y enseñanza universitaria y que se manifiesta, entre otras acciones, en el congelamiento nominal de su presupuesto en un contexto de muy alta inflación? Sólo el tiempo lo dirá, pero la comunidad académica de nuestra carrera quiere hacer saber que responderá a estos ataques injustificados haciendo lo que siempre hicimos: enseñando e investigando para continuar brindando una formación de excelencia a nuestros estudiantes”.

A mayor atraso económico, menor acceso a la enseñanza superior

La Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura realizó en abril del año pasado un minucioso estudio que recabó los datos sobre el acceso a la educación superior de la población de entre 19 y 23 años de doce países de Iberoamérica.

En el caso de las naciones latinoamericanas, el 29,9% asiste a la educación superior (incluye cursos terciarios). Argentina se encuentra bastante por encima de esa media con un índice del 36,7%, sólo superada por Chile (49,1%), pero las estadísticas revelan también que, en nuestro país, 701 personas de cada 10.000 habitantes alcanzan su primer título mientras que en Chile lo logran solo 592 de cada 10.000 habitantes y el país trasandino tiene un porcentaje mayor de cursos terciarios contabilizados como enseñanza superior (26% en el caso chileno y 19% en el caso argentino).

Los registros inferiores del informe coinciden a la vez con el atraso de las economías, como en el resto del mundo. El menor nivel de ingreso a la enseñanza superior lo padece Honduras con apenas el 15,9%, seguido por El Salvador (19,5%). En tanto, los países desarrollados de Iberoamérica, España y Portugal, poseen índices elevados (48,2% y 40%, respectivamente).

La política de Estado de cada país también se manifiesta al apreciar la distribución entre sector público y privado administrando el acceso a la educación superior. Los países más avanzados de Iberoamérica tienen índices elevados de participación pública (76% en el caso de España y 81% en el de Portugal), mientras que el promedio latinoamericano es de solo el 45% y el de Argentina asciende al 77% (con estadísticas que, por supuesto, todavía no contemplan el impacto de las decisiones de Javier Milei), sólo superada por Uruguay (90%) y Cuba (100%). En tanto, Chile, si bien como vimos tiene un alto nivel de llegada de los jóvenes a la enseñanza superior, posee el nivel más bajo de asistencia a instituciones públicas (16%).

El congelamiento del presupuesto universitario en nuestro país implicará perder posiciones en materia de inserción académica superior, ya que disminuye la inversión pública universitaria, como porcentaje del presupuesto público, a apenas un 1,11% cuando en las últimas tres décadas sólo una vez estuvo por debajo del 3% (en 2005, cuando había llegado al 2,91%).

Milei puede ocasionar un daño irreparable

Sin una resistencia social fuerte, como la que rechazó el ajuste de Ricardo López Murphy en marzo de 2001 o la que enfrentó al ex presidente Mauricio Macri en septiembre de 2018 cuando exigió un aumento salarial docente con una gran manifestación estudiantil en Plaza de Mayo, las políticas de desfinanciamiento educativo y de deterioro general de la administración pública, nos terminará de llevar a compartir los peores indicadores sociales y de primarización productiva de los países más atrasados y sumisos de la región.

La calidad de la formación de los trabajadores en Argentina es un activo que hoy, a pesar de las crisis, nos sigue diferenciando positivamente a nivel internacional.

El rol de las universidades públicas es vital para sostener ese posicionamiento y aspirar a desarrollar una estructura productiva que nos permita progresar mejorando la calidad de vida general de la población. El proyecto oficial de transformarnos en un país totalmente sometido a los intereses de Estados Unidos en la región, peleado con sus hermanos latinoamericanos, sin estrategia de desarrollo, con trabajadores y estudiantes desorganizados y políticas subsumidas a un objetivo prioritario de generar ahorros suficientes para exhibir solvencia para el pago íntegro de los compromisos de deuda pública, solo es beneficioso para la verdadera “casta”.

Milei es un ejemplo lamentable, terriblemente dañino y caricaturesco de lo que observaba Marcelo Diamand sobre la formación de economistas hace ya medio siglo: “un profesional pasa años de entrenamiento universitario estudiando complejísimas teorías, basadas en complejas estructuras conceptuales y respaldadas por elaborados instrumentos matemáticos.

Durante el proceso de aprendizaje confía plenamente en que lo que aprende constituye una ciencia objetiva. No se da cuenta de que las premisas sobre las cuales descansa todo el edificio conceptual que se le enseña constituyen una idealización de una realidad ya inexistente en el siglo XX y de que, además, nunca tuvieron nada que ver con la realidad de los países periféricos a la cual pretenden aplicarse.

Tampoco logra percibir que estas teorías, presuntamente avalorativas, en realidad afirman la hegemonía de ciertos sectores y países, y constituyen una de las más sutiles herramientas de dominio ideológico que produjo la humanidad. Cuando –después de años de estudios– al tratar de aplicar sus conocimientos choca con la irrelevancia de todo lo que aprendió y alimenta dudas acerca de su validez y su asepsia científica, ya es demasiado tarde: la estructura conceptual aprendida está tan incorporada que casi irremediablemente bloquea su comprensión de la realidad”.

Economista, asesor de empresas y cámaras industriales y docente universitario

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