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El realismo mágico ahora cuenta España

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García Márquez vuelve a estar de moda a diez años de su muerte. No sólo porque acaba de publicarse En agosto nos vemos (Random), una nouvelle inédita hasta ahora, presentada por sus hijos, Rodrigo y Gonzalo, en Madrid, sino también porque hay escritores jóvenes que reconocen expresamente su influencia con el mismo énfasis que generaciones anteriores pusieron en declarar superado el legado del boom latinoamericano.

“Hace quince años me propuse escribir una Macondo íbera, un texto costumbrista que siquiera los pasos de una familia olivarera durante los pasados años treinta -basada en los testimonios orales de la mía…”, rememora David Uclés (Úbeda, 1990) en la nota que acompaña la salida de La península de las casas vacías, su tercer libro. Publicado por Siruela, llegará el 20 de marzo a las librerías de España y se presenta como “una novela total sobre la Guerra Civil Española en clave de realismo mágico”.

El Aracataca de Uclés se llama Quesada (Jándula en la novela) y es el rincón de Jaén de donde «sin excepción» provienen todos sus mayores, a quienes dedica esta historia. El libro relata la descomposición total de la familia Ardolento y comienza con la imagen de un miliciano andaluz que enlaza pesadillas y pide que al morir coloquen en su tumba el nombre de su padre, asesinado en la guerra y cuyo cuerpo nadie pudo encontrar.

“Aquí están los apuntes de esas historias que me contaba mi abuelo”, recordó Uclés, desplegando papeles y mapas durante la presentación de la novela ante libreros. Ese disparador recién encontró forma tras la lectura de Cien años de soledad. “Entendí cómo podría narrar, empleando una suerte de neorrealismo mágico”.

Lo inexplicable, la realidad expandida que habilitan los sueños y lo extraño colándose en la cotidianidad integran la caja de herramientas y recursos que Uclés reivindica y ejercita, ya no para contar América como Gabo, sino los fantasmas de España. Junto a un soldado que se raja la piel para dejar salir la ceniza acumulada, hay un niño ciego que recupera la vista durante un apagón y un poeta que cose la sombra de una chiquilla tras un bombardeo.

Iberia se llama ese país tan parecido al que desgarró el fratricidio entre 1936 y 1939 e imágenes portentosas tejen destinos inventados a los de escritores reales como Lorca, Zambrano y Hemingway, entre otros. De las mil páginas del manuscrito original quedaron 697. Elocuentes, reavivarán debates sobre la memoria histórica y darán otra vuelta de tuerca a los ecos europeos del boom.

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