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El tesoro real y el espolio

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Se les llama falsos amigos y son el dolor de cabeza de cualquier persona que aprende una segunda lengua porque se parecen mucho a términos conocidos, pero que tienen un significado muy distinto. Algunos ejemplos son exit en inglés, que significa salida y no éxito; subir en francés y subire en italiano, que significan sufrir y no subir, o nombre, también en francés, que significa número y no nombre. Cuanto más próxima es una lengua, más desconcertantes son estos falsos amigos. Pero esta es la historia de una confusión que no es tal.

La corona real. © ATL – Associação de Turismo de LisboaLa corona real. © ATL – Associação de Turismo de Lisboa

El Museo del Tesoro Real de Lisboa ocupa un palacio que no fue. La construcción del Palacio de Ajuda demandó 226 años y en realidad es apenas una parte de aquella monumental residencia que la Familia Real portuguesa ideó tras la destrucción del Palacio de Ribeira a causa del aniquilador terremoto de 1755.

Primero, la huida de los reyes hacia Brasil en 1807 acechados por las tropas de Napoleón Bonaparte, dejaron la obra sin terminar. Y luego, a su regreso, las anoréxicas finanzas de la monarquía hicieron el resto.

Cuando la monarquía fue destronada por la República Portuguesa en 1910, el Palacio de Ajuda (o la mitad que se había terminado de construir) se convirtió en un museo histórico que hoy se puede visitar tanto para conocer el estilo de vida de la familia real portuguesa a finales del siglo XIX, como para recorrer la muestra que exhibe sus riquezas: las Joyas de la Corona.

Pepitas, piedras y coronas

La exhibición es impactante: en una secuencia de salas especialmente iluminadas y selladas con dos puertas de bóveda bancaria expone de forma permanente una colección de joyas, medallas, vestimentas y platería procedentes del patrimonio de los distintos miembros de la realeza local.

El conjunto de las "Joyas de la Corona" era propiedad del Estado, y su usufructo estaba reservado a los soberanos en ejercicio. Adorno de corpiño: España, siglo XVIII (mediados); Portugal, 1944-1951 (borla). Esmeraldas hexagonales de 47,91 quilates, diamantes restantes de 253,53 quilates, plata, plata dorada 19,0 cm x 4,0 cm (tamaño total); 452,9 g
© ATL – Associação de Turismo de LisboaEl conjunto de las «Joyas de la Corona» era propiedad del Estado, y su usufructo estaba reservado a los soberanos en ejercicio. Adorno de corpiño: España, siglo XVIII (mediados); Portugal, 1944-1951 (borla). Esmeraldas hexagonales de 47,91 quilates, diamantes restantes de 253,53 quilates, plata, plata dorada 19,0 cm x 4,0 cm (tamaño total); 452,9 g
© ATL – Associação de Turismo de Lisboa

El recorrido comienza por el oro y los diamantes llegados desde Brasil: hay pepitas musculosas de las que el guion de la muestra presume y diamantes de dimensiones elefantiásicas. Más adelante, los metales devienen monedas y medallas de la Corona.

Las piedras preciosas se reúnen en joyas exhuberantes: un adorno formado por «esmeraldas hexagonales de 47,91 quilates, diamantes restantes de 253,53 quilates, plata y plata dorada»; una diadema de estrellas móviles exhibe «diamantes, oro y plata» y así…

Hay también órdenes honoríficas, insignias regias, objetos rituales de la monarquía como la corona real, los cetros y dos mantos que abrazaron a los monarcas a lo largo de la historia. Y una vajilla de plata labrada por el orfebre François-Thomas Germain después del terremoto de 1755 que tiene cientos de piezas.

Puertas blindadas a la salida y a la entrada. © ATL – Associação de Turismo de LisboaPuertas blindadas a la salida y a la entrada. © ATL – Associação de Turismo de Lisboa

Lo único que falta en la extensa la recorrida es una mención (aunque sea una) a las miles y miles de vidas esclavas que ese tesoro demandó.

En el guion de la recorrida, inflamado de orgullo por el imperio perdido, todo huele a naftalina. Mientras países europeos buscan el modo de honrar a las víctimas de sus avanzadas colonizadoras y reintegran bienes robados, Portugal se ufana de una riqueza arrancada con sangre y muerte. En portugués, colección se dice espólio. Y no hay aquí falsos amigos.

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