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¿estamos a las puertas de una nueva Guerra Fría?

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A diferencia de las últimos tres décadas en el que la elite política argentina, ha naturalizado un orden internacional basado en las consignas de democracia, liberalismo económico, libre comercio, Estado mínimo, e instituciones internacionales, la historia no siempre ha sido así.

La desintegración del bloque soviético en 1991, marcó el final del orden internacional bipolar y el emergente de un nuevo orden mundial unipolar, moldeado a medida de los ideales e intereses del mundo occidental en términos amplios y estadounidense, en términos estrictos. Este fenómeno de hegemonía política, económica y militar occidental se lo denominó globalización.

Pero la historia liberal de la humanidad es más bien, un relato novedoso, escrito a la medida de los intereses de las naciones anglosajonas y sus aliados históricos ocasionales (La Unión Europea; Japón y Corea del Sur; entre otros de menor importancia). Durante los últimos cuatro siglos, la historia de la humanidad ha sido la historia del derrotero de sus imperios. Tal como como escribiera el académico estadounidense Robert Kagan allá por 2008, tarde o temprano, despertaremos al darnos cuenta que no nunca hubo un último hombre y que la historia, esta de vuelta.

En los últimos 30 años, el cambio político más trascendental, ha sido el proceso de recuperación y concentración del poder euroasiático. La alianza entre Rusia y China supo aprovechar la llegada masiva de capital extranjero para modernizar sus economías y reconstruir su base de poder. La estrategia del “ascenso pacífico” de China tenía como finalidad, apaciguar la desconfianza de las elites occidentales respecto de sus verdaderos intereses en disputar el liderazgo del orden mundial.

Xi Jinping y Vladímir Putin

Los presidentes de China, Xi Jinping, y de Rusia, Vladímir Putin.

Los presidentes de China, Xi Jinping, y de Rusia, Vladímir Putin.

Foto: AP

Los BRICS, la “Nueva” Ruta de la Seda; los Acuerdos Comerciales y otras iniciativas económicas le daban a entender al mundo occidental que, iban por un liderazgo pacífico “más de mantequilla, que de cañones” en el cual los inversores occidentales serían, los principales beneficiarios.

Al mismo tiempo Rusia, después de la disolución soviética, comenzó un proceso de modernización de su economía, pero también de concentración del poder político e integración con China. Una suerte de fideicomiso del liderazgo de un bloque euroasiático con proyección global. Este proyecto, les permitió construir una estructura política capaz de negociar sus intereses, en par de igualdad con las potencias occidentales. El proceso de consolidación de este bloque marca el punto de inflexión en la globalización y el liderazgo hegemónico anglosajón a nivel global.

La Guerra de Ucrania es una demostración de cómo la historia está de vuelta, pero esta vez, vestida con nuevos ropajes. La región de “Europa del Este” desde la época del imperio ruso hasta 1991, había estado bajo la órbita del poder de Moscú y San Petersburgo, pero, el avance de la Unión Europea fue incluyendo en su proceso a naciones que, históricamente habían estado bajo la órbita rusa. Pero, de todas las naciones y regiones sobre las que Rusia ha ejercido su influencia pocas han sido más conflictivas que Ucrania.

¿Estamos a las puertas de una nueva Guerra Fría?

Excepto por las ambiciones de poder ruso, que han sido una constante a lo largo de toda su historia, hay pocos puntos de comparación con el periodo de la Guerra Fría. La interdependencia global actual de las economías en su producción, comercio, inversiones y finanzas plantean un escenario mucho más complejo que la Guerra Fría.

A su vez, las economías occidentales, debieran tener en cuenta que aplicar sanciones económicas a Rusia siempre han sido contraproducentes. Parafraseando a Nye y Keohane en su clásico “Poder e Interdependencia”, mientras en el corto plazo la economía de Rusia puede ser sensible a las sanciones occidentales, los países europeos son estructuralmente vulnerables al desabastecimiento de combustible, energía y alimentos que no pueden sustituir de forma competitiva, empujando su economía hacia el estancamiento y el aumento de la inflación. El poder asimétrico de la interdependencia económica entre Rusia y Europa, favorece largamente a Rusia.

Por último, aunque la amenaza nuclear ha sido una constante durante la Guerra Fría, nunca llego a utilizarse. En el juego estratégico, la amenaza de armas nucleares es útil frente a oponentes que no las poseen, pero es un juego “perder-perder” frente a rivales nucleares. Los rusos son habilidosos negociadores conocen su fuerza, la de sus rivales y no escatiman recursos y determinación a la hora de negociar, inclusive usando la amenaza nuclear.

Hace unos días Joseph Borrell, alto representante de la Unión Europea para los Asuntos Exteriores en Política de Seguridad afirmó en Bruselas “La era del dominio occidental ha terminado”. Es cierto, todo indica que la historia, está de vuelta.

Candidato a Doctor en Relaciones Internacionales (IRI-UNLP) y Profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la UNDAV.

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