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Del crecimiento post pandemia a la estanflación

La economía de Europa pudo recuperarse rápidamente de la crisis pandémica. Para finales de 2021 la actividad ya había vuelto a los niveles previos al Covid-19.

Pero desde ese entonces la economía europea ha entrado en una fase de estanflación con alta inflación y crecimiento nulo. El año pasado el nivel de actividad económica se mantuvo en línea con el registrado a finales de 2021.

Es decir, en los últimos dos años la economía europea no ha crecido, ampliando la divergencia respecto a EE.UU. En efecto, la economía americana registra un nuevo récord y ya se encuentra un 15% por encima de los niveles pre-Covid, mientras que Europa no crece hace dos años y sólo está 5% arriba del nivel pre pandemia.

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Al estancamiento económico se ha sumado otro desafío para Europa. A finales de 2022 la inflación había superado el 10% interanual. En los dos lados del Atlántico, el aumento de los precios se atribuye a la emisión monetaria durante la pandemia. Tanto la FED como el BCE duplicaron los activos de sus balances durante la pandemia.

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Pero en Europa el actual entorno de alta inflación se ha visto impulsado también por shocks adversos en la oferta relacionados con el aumento de los precios de la energía.

Antes de la guerra en Ucrania, Europa importaba el 40% de su gas desde Rusia y, en pocos meses, el precio del gas medido en la Bolsa de Ámsterdam se había triplicado.

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Sin embargo, a pesar de la estanflación, el mercado laboral de la Unión Europea ha mostrado una notable resistencia. Las tasas de empleo están en su máximo y las de desempleo en sus mínimos.

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Esto se puede explicar por las condiciones de un mercado laboral que sufre el envejecimiento de la población europea. La disminución de personas en edad de trabajo, termina incrementando la tasa de empleo.

También merece recordar que el mercado laboral de Europa es más rígido que el de EEUU, y es probable que los efectos del estancamiento en el mercado laboral aparezcan con retraso.

La respuesta de la política monetaria y consecuencias

En los últimos meses, la inflación ha bajado a su nivel más bajo en dos años. Los factores principales de la desinflación han sido la baja del precio de la energía y la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE).

El precio del gas es ahora más bajo que antes de la guerra. Se trata de un éxito diplomático de la UE que ha sabido sustituir el gas ruso con importaciones de gas desde África y Azerbaiyán y de LNG de Estados Unidos y Qatar.

Pero la inflación disminuye sobre todo por efecto del ajuste monetario del BCE. En julio de 2022, el BCE ha comenzado a aumentar las tasas de interés. Tras 10 incrementos, la tasa de interés ha alcanzado, en septiembre de 2023, el 4,5%, marcando el valor más elevado establecido por el BCE.

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El incremento de las tasas de interés ha generado tres consecuencias. Primero, ha contenido la inflación, aunque ésta persiste por encima del 2%, que es el objetivo de la política monetaria del BCE. Segundo, ha afectado negativamente al nivel de actividad económica. Tercero, ha subido las tasas de interés de las deudas públicas.

Desde hace años, Italia es el país que paga las tasas de interés más altas de la eurozona. Gracias al soporte del BCE, entre 2020 y 2022, pagaba una tasa de interés del 1% sobre su deuda. Pero ahora su deuda rinde alrededor del 4%. Por su parte, Alemania es el país que menos paga para tomar deuda. Hace dos años pagaba una tasa de interés negativa sobre su deuda, ahora más del 2%.

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La política fiscal

Considerando el nuevo entorno financiero, Italia debería apurarse en recortar su déficit fiscal para pagar menos intereses sobre una deuda de 142% del PBI.

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En contraste, Alemania tiene una deuda pública que escaló a 65% del PBI y aún así se autoimpone una mayor austeridad fiscal para este año.

De hecho, tanto en 2023 como en 2024, Italia, Francia y España registraron un déficit fiscal que superó el 3% del PBI, que es el límite establecido por los tratados europeos. Si bien la UE relajó temporalmente el límite de déficit tras la pandemia, esta cláusula quedará desactivada a finales de 2024.

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Pero hay una paradoja evidente entre los miembros de la unión Europea. Mientras que en Italia hay presiones políticas para endeudarse más pese a su déficit fiscal de 4,4% del PBI y su deuda de 142% del PBI, en Alemania ya hay leyes que buscan bajar el déficit de 1,6% del PBI a cero, que asegure reducir su deuda de 65% del PBI.

En 2009, Alemania implementó un «freno a la deuda» para limitar la cantidad de deuda estructural que el gobierno puede contraer.

Según las reglas, esta deuda no puede superar el 0,35% del PIB anual. Recientemente, el Gobierno intentó utilizar deuda originalmente asignada para fondos de emergencia de la pandemia, pero no utilizada, para financiar otros planes de gastos.

Sin embargo, en noviembre de 2023 el tribunal constitucional dictaminó que esto era ilegal. El impacto de esta decisión afectó significativamente al Gobierno ya que ahora tiene que ajustarse a una reducción del presupuesto de 60 mil millones de euros.

Perspectivas para el 2024

La perspectiva económica para 2024 sigue estando rodeada de una alta incertidumbre. La economía seguirá siendo débil por el endurecimiento de las condiciones de financiación, una escasa demanda externa y los riesgos geopolíticos. Además, según muchos analistas, la suba de las tasas de interés aún no ha impactado en su totalidad en la economía porque la política monetaria opera con un rezago de algunos meses.

De todos modos, el mercado cree que el BCE empezará pronto a reducir las tasas de interés ya que Europa está en una fase de desinflación. De ser así el impacto de las ajustadas condiciones financieras debería disminuir gradualmente.

En la primera parte del año, será más relevante monitorear los datos de inflación que los de la actividad económica. Una inflación más baja aumenta la probabilidad de que el BCE reduzca las tasas de interés, estimulando la actividad económica.

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Elecciones

El 2024 será importante también porque habrá un cambio de panorama político y normativo en la UE. En junio se llevarán a cabo elecciones para renovar los liderazgos clave de la Unión Europea: el Parlamento, la Comisión y el Consejo.

Todos los países estarán inmersos en campañas electorales, lo que podría llevar a retrasar hasta junio los planes de ajuste fiscal y, posiblemente, la firma del acuerdo con el Mercosur.

Luego cada país tendrá que adaptarse a la nueva gobernanza económica pactada a finales de 2023. Bajo el nuevo esquema, cada país deberá ajustar las finanzas públicas mientras la UE adoptará un enfoque diferenciado hacia cada estado miembro teniendo en cuenta la heterogeneidad de las posiciones fiscales y la deuda pública.

Cada estado miembro tendrá que elaborar un plan fiscal-estructural a medio plazo, que abarcará cuatro o cinco años, comprometiéndose con una trayectoria fiscal que asegure una reducción gradual y sostenida de la deuda.

En pocas palabras, la UE no tolerará más los elevados déficit y deudas de algunos países. Terminada la crisis pandémica y energética, con altas tasas de interés y nuevas normas fiscales, no habrá más excusas para empezar a sanear las finanzas públicas que eviten una nueva crisis.

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