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¿hay que creerle a los analistas o al Gobierno?

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26 de febrero 2024 – 00:00

Lo cierto es que el freno de la emisión que dispuso el gobierno de Javier Milei hace difícil pronosticar un sostenimiento de la inflación en estos valores todavía a fin de este año.

Si este escenario no entra en la mente de los formadores de precios, el ajuste será muy costoso en términos de recesión y conflictividad social.

Si este escenario no entra en la mente de los formadores de precios, el ajuste será muy costoso en términos de recesión y conflictividad social.

Depositphotos

Las proyecciones de los analistas económicos para fin de 2024 según el REM del Banco Central, con niveles de inflación en 230% y un dólar de $1700, no tienen asidero en los niveles de base monetaria actuales y proyectados. Más bien equivalen a pronosticar un gran fracaso de la política monetaria actual y, por ende, un escenario con final mucho más incierto aun que ese pronóstico. Pero lo cierto es que el freno de la emisión que dispuso el gobierno de Javier Milei hace difícil pronosticar un sostenimiento de la inflación en estos valores todavía a fin de este año. Si los dos causantes de la inflación, la emisión y la huida del peso, se están revirtiendo, ¿cómo se justifican estos pronósticos tan generalizados?

El brutal desajuste de precios relativos que dejó el gobierno anterior está siendo mal administrado por los agentes económicos y es por falta de coordinación. Es función del gobierno educar a los agentes y explicarles cómo deberían comportarse hasta que se logre un equilibrio razonable de precios relativos. En este caso particular, dado el inmejorable perfil comunicacional del Presidente, esta función debería llevarla a cabo él mismo.

Es cierto que la emisión que generó Massa para financiar su malograda campaña presidencial fue grosera: aumentó la base monetaria un 70% entre mayo y noviembre del año pasado. Y también lo es que ese brutal aumento se sumó a un sostenido crecimiento de la base del orden del 50% anual que su gobierno ya venía generando. Pero eso “solo” significó una emisión del ministro Massa del 135%, desde que asumió en julio de 2022 hasta su silenciosa retirada de escena. La inflación que dejó, del orden del 200%, estaba inflada por las malas expectativas que engendró, las que generaron una fuerte huida del peso (caída en la demanda de saldos reales). La política actual, por el contrario, impulsará un efecto contrario, es decir, exagerará la desaceleración de la inflación.

Mi interpretación es la siguiente: ante la fuerte devaluación de diciembre, había muchos precios que ya estaban actualizados a ese valor del dólar (dólar MEP o Blue), sobre todo los más dependientes del consumidor. Muchos otros, sobre todo los mayoristas, no lo estaban, excepto los que tenían dólares especiales o blend, que estaban en un punto intermedio. Ante la devaluación, la situación ideal en términos de volver a un equilibrio razonable de precios relativos hubiera sido la de que aumentara cada precio en función del retraso que tenía. Pero la gran mayoría de los precios al consumidor aumentaron en porcentajes similares a la devaluación, cuando no más aun. Para peor, ésta fue una devaluación que el gobierno exageró, con la finalidad de “hacerse un colchón” y no tener que devaluar nuevamente en tres o cuatro meses y que el mercado lo leyera como un fracaso. Cuando todos esperaban un dólar oficial de entre $600 y $650, el gobierno lo llevó a $800. Fue justamente por ese motivo que anunció un crawling peg ínfimo del 2% mensual y retenciones generalizadas del 15%: nada de esto fue explicado ni, por ende, comprendido.

El gobierno parece mantenerse firme en su política pero, para que la recesión no sea mayor de lo necesario, tendrá que coordinar expectativas cuanto antes. De lo contrario, el nivel de equilibrio se encontrará solo tras una nueva devaluación o tras una recesión tan fuerte que haga que los precios de los bienes de consumo deban bajar hasta llegar al nivel adecuado al dólar oficial. Los pronósticos del dólar justamente suponen que el camino será el de volver a devaluar para evitar una recesión.

El camino que imagina el gobierno, en cambio, es muy distinto al que imaginan los analistas. Lo que parece estar en la mente del gobierno es que toda la economía se ajustará a este dólar, para poder estabilizar (dolarizar) a un máximo de $1.000. Al no haber más emisión, la inflación de este año no debería superar el 70%, incluso menos si mejoraran las expectativas, pues ese fue el incremento de la emisión de la campaña de Massa, que habrá sido la última emisión de pesos. Solo si el gobierno convalida el escenario devaluatorio, que por ahora jura en silencio no convalidar, será posible una inflación de 200% este año. De lo contrario, no habrá suficientes pesos para semejantes incrementos y los precios deberán bajar. No los de las tarifas, ni el combustible, pero sí el de los bienes de consumo y muchos insumos industriales, los que todavía están valuados a un mix entre el oficial y el MEP con más la cobertura financiera que exige tener que poner los dólares antes de recibirlos del Central. Esto recién se acomodará cuando se normalice el comercio exterior.

Si este escenario no entra en la mente de los formadores de precios, el ajuste será muy costoso en términos de recesión y conflictividad social. El Presidente es el único que puede explicar esto con toda claridad y credibilidad. Nadie más que él puede hacerlo y es hora de hacerlo ya. Se juega su principal capital político en esto.

Economista

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