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La familia obrera en el espejo

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Es una pena que “La familia obrera” ahora esté fuera de exposición en el Malba, porque siempre conviene revisitarla. Por lo menos para no olvidarnos de cómo era eso de ser una familia obrera hace 60 años. La obra de Oscar Bony -que ahora solo se puede ver en la colección online del museo- cruzó mi bóveda craneal al leer que se inauguró una nueva atracción en Nueva York que recrea la icónica foto de los obreros del Rockefeller Center durante la construcción del rascacielos en 1932. ¿Qué tienen de parecido ambas obras? Mucho, además de haber sido creadas en blanco y negro. Por empezar, el gran el golpe de efecto que lograron.

Cuando en 1968 Bony presentó “La familia obrera” en el Instituto Di Tella revolucionó el mundo del arte. Había “alquilado” a esa familia para mostrarla arriba de una tarima durante 8 horas por día. Y llamó la atención del público (y del gobierno de Onganía) el cartelito que explicaba que para hacer esa pieza le pagaba al hombre el doble de lo que ganaba durante sus jornadas comunes de trabajo. La obra era una denuncia.

La foto de los obreros del Rockefeller -que ahora pueden emular los turistas- intentó en principio ser una publicidad, pero con el tiempo también se convirtió en una denuncia sobre las condiciones laborales de aquellos trabajadores. Tanto, que cada 1 de mayo se viraliza en las redes. A esa foto se la conoce como Lunch atop a skyscraper y muestra a 11 hombres almorzando sobre una viga a 240 metros de altura y sin seguridad. Ahora se sabe que la mítica imagen tenía un truco: unos metros más abajo había un piso ya terminado. Y que todos posaron para la foto, igual que la familia de Bony.

Otra similitud entre ambas obras es que los protagonistas eran obreros reales: un metalúrgico de Valentín Alsina, con su esposa y su hijo; y trabajadores de la construcción.

En el piso 69 del Rockefeller Center.   En el piso 69 del Rockefeller Center.

Como en un juego de espejos, el misterio atravesó a todos por igual. Poco y nada se supo luego sobre la vida de la familia “alquilada”. Y de los 11 obreros sólo trascendió que uno era vasco y que con apenas 19 años había llegado a la Argentina para luego seguir otros rumbos. Fue uno de los que almorzaba con pasmosa tranquilidad en las alturas y quedó retratado en la foto que se publicó por primera vez en el New York Herald Tribune con el objetivo de promocionar el nuevo rascacielos y mostrar la capacidad de resistencia de los Estados Unidos tras la debacle del 29.

Y de alguna manera la obra del argentino también intentó reflejar la resistencia durante el gobierno de Onganía. De la clase obrera. No por nada los tres integrantes de la familia tenían un libro en la mano. Hacen “algo más” que trabajar. Leen. Estudian. Eso era entonces sinónimo de movilidad social.

La foto del Rockefeller fue la instantánea que desafió a la muerte. La de Bony desafía a las nuevas generaciones. ¿Quién podrá creer que con esa ropa, esos zapatos y esos libros aquella familia de Valentín Alsina era una familia obrera? El INDEC informó que para no ser pobre una familia necesita $600 mil. Vaya a saber cuánto habrá cobrado el metalúrgico para ser exhibido durante 8 horas arriba de una tarima.

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