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Las cuatro cartas con que juega Milei

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Javier Milei ha superado sus primeros cien días de gobierno. Un plazo simbólico que se concede a cualquier administración para su ordenamiento y la transmisión de orientaciones a la sociedad a fin de generar horizontes a mediano y largo plazo. Como en casi todos los órdenes de la política convencional, aquella referencia tampoco pareciera aplicable al presidente libertario. Las grandes incógnitas de la Argentina no han sido despejadas. No está claro tampoco cómo el oficialismo transitará su camino, al menos, hasta las elecciones legislativas del 2025 cuando podría ensayar una reconfiguración del poder parlamentario.

Milei se ha valido en esta primera etapa de cuatro cartas para no resignar la iniciativa que indiscutiblemente conserva. La comunicación agresiva a través de las redes sociales. La prolongación de la campaña electoral al colocar a “la casta” como eje de todas las desgracias. El empeño por equilibrar las cuentas y lograr una baja de la inflación. La reforma de un Estado que no fue planificada y se ejecuta a los mordiscones. Tan evidente resulta que hasta el Fondo Monetario Internacional (FMI) recomendó mejorar su calidad.

Con esos recursos, nada sofisticados, estaría consiguiendo dos cosas. Conservar el acompañamiento de los ciudadanos (el 56%) que lo catapultó en el balotaje. Mantener perpleja a una oposición, intransigente o colaboracionista, que no logra superar la psicosis que produjo en ellos la derrota en manos de un dirigente que en dos años pasó de la televisión a la cima del poder.

Aquella perplejidad posee múltiples manifestaciones. Los despidos en el Estado son resistidos por gremios y militantes frente a una todavía llamativa indiferencia social. La Confederación General del Trabajo (CGT) vacila antes de lanzar su segunda medida de fuerza en cien días. Solo ha podido definir que organizará una gran movilización para el 1° de mayo. Día no laborable. La huelga aún está por verse: no se recoge la efervescencia necesaria para concretar una medida de fuerza que pueda superar aquella del 24 de enero.

Sobrevuela constantemente una interpelación que ayuda a explicar la desorientación opositora. ¿Y si a Milei le termina yendo bien?, comentan unos con otros. Suficiente para que la mayoría se proteja bajo conductas de cautela. El asunto consistiría en poder descifrar sobre qué plataforma podría anclarse aquel presunto éxito. En el Gobierno y en la oposición coinciden en un diagnóstico similar: el descenso inflacionario consolidaría la base popular del Presidente.

En todo caso, las diferencias surgen en torno al costo que la sociedad estaría dispuesta a pagar por aquel beneficio. Milei sigue confiando en el lema que repite desde que asumió. Estaría ejecutando, asegura, lo que repetidamente prometió en campaña. Parte del kirchnerismo –solo eso—y la izquierda se inclinan por derivaciones caóticas. El resto se encarga de repasar experiencias que han sucedido durante los años de democracia.

La identificación de los libertarios con el menemismo no constituye un secreto para nadie. Ramiro Marra, el legislador porteño, rindió días atrás un tributo público a personalidades de la década del 90. Ese proceso demostró, para sorpresa de muchos, que las reformas liberales también pueden estar envueltas de popularidad. El triunfo contra la inflación que consiguieron Carlos Menem y Domingo Cavallo, a costa de un paulatino deterioro del sistema productivo, garantizó una década de poder. En la mitad, sobresalió el triunfo de la reelección con el 50% de los votos, eludiendo el balotaje, cuando el desempleo ya tocaba el 19%. A ese panorama podría añadirse otro dato que la Argentina empezó a incubar a partir de la crisis del 2001: el incremento de la pobreza estructural con la cual se acostumbró a convivir nuestra sociedad. Antecedentes que justifican las dudas de la mayoría opositora para realizar un pronóstico definitivo sobre el futuro de Milei.

El descenso inflacionario representaría para el presidente libertario una escala importante. Atada a un equilibrio fiscal que podría complicarse por el contexto. El ajuste empieza a dejar secuelas profundas. De acuerdo con un trabajo del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) la recaudación de marzo ha sido la más baja de los últimos nueve años. La recesión generalizada se hace sentir.

Después de los meses iniciales, Milei ya estaría asomándose al segundo tiempo de la gestión. Ese lapso que Mauricio Macri había imaginado para un segundo gobierno de Juntos por el Cambio que no fue. Vienen meses con ajustes de tarifas que han sido postergados. El gas, por caso, tendrá una suba promedio del 350% para los usuarios de tarifa plena y de un 150% para quienes reciben subsidios. Llegaría el epílogo también para la fuerte licuación de salarios y jubilaciones ocurrida desde diciembre. Se activarán paritarias y el Gobierno prometió implementar una fórmula de compensación para la clase pasiva atada a la inflación.

La economía necesitará, al menos, de dos principios de la política para que todo el esfuerzo no sea en vano. El orden y la gestión en primer lugar. Los vectores de la gobernabilidad y funcionamiento institucional que no pueden depender únicamente del personalismo presidencial. Diecinueve funcionarios entraron y salieron desde diciembre. Una de las últimas fue la subsecretaria de Trabajo, Mariana Hortal Sueldo, ligada a las huestes macristas de Jorge Triaca. Dicen que desertó por propia voluntad. Otras voces afirman que el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, habría descubierto que estaba negociando con gremios del Estado en medio de los despidos de la semana pasada.

El problema no sería sólo esa inestabilidad en el equipo de funcionarios. Existen inoperancias llamativas. La Argentina atraviesa la peor epidemia de dengue con la inacción exasperante del ministro de Salud, Mario Russo. Hay una enorme confusión sobre la posibilidad del uso de vacunas. Tarde y mal apareció una campaña de prevención frente al brote. Hubo que apelar a la apertura de importaciones porque el mercado mileista no resolvió el desabastecimiento de repelentes. Está muy bien la austeridad, pero las emergencias requieren de otro conocimiento, otra imaginación y, sobre todo, una presencia pública distinta. Culpar también a “la casta” por semejantes carencias, como hizo Russo, sonó demasiado a burla.

La otra cuestión vertebral se vincula con la gobernabilidad. Inquietud que, en medio de un mar de elogios por el ajuste, reiteró el FMI. Milei dijo que su mayor error hasta ahora habría sido negociar con franqueza con los gobernadores. Lo hizo a horas del encuentro que Guillermo Francos y Posse sostuvieron con los mandatarios de Juntos por el Cambio. Imposible diluir así las desconfianzas en el tránsito hacia el Pacto de Mayo. Existe entre los mandatarios la intención de que la nueva Ley Bases sea sancionada. Aunque las diferencias sobre el Impuesto a las Ganancias no estén saldadas. Tampoco otro tópico sobre el cual se habla mucho menos. La delegación de facultades. “La dificultad no es el objeto, es sobre todo el sujeto”, apuntó uno de los jefes provinciales.

El nudo de aquella prevención manifiesta serían las sobreactuaciones intrépidas del Presidente. “Una vez que tenga poderes especiales, ¿quién lo parará?”, se preguntó aquel mismo interlocutor. La duda aplicaría también a las relaciones internacionales. Milei ha dejado clara su alianza estratégica con los Estados Unidos (“sean demócratas o republicanos”, precisó) pero exhibiría dificultades para calibrar sus ademanes en un plano que siempre requiere fineza y precisión. En especial para una nación periférica y vulnerable como la Argentina.

Washington ha manifestado preocupación por la base espacial que China tiene montada en Neuquén. Un acuerdo provincial que Cristina Fernández convirtió en 2014 en nacional. Concesión por 50 años con beneficios desconocidos aún para nuestro país. Salvo que formen parte de un combo. El gigante asiático es el segundo socio comercial más importante. Concretó en tiempos de crisis dos asistencias financieras al Banco Central, a través de un swap y una ampliación posterior. No hay pistas sobre las condiciones en que fue cedido ese dinero. Unos US$ 8 mil millones. Alguna vez deberán ser devueltos.

El Gobierno dejó trascender que pediría una inspección a aquella base de China. Teme sobre sus posibles consecuencias económicas y financieras. Milei viajó seis horas en avión para juntarse en Ushuaia con la general del Comando Sur de EE.UU., Laura Richardson. Anunció la determinación de acelerar en ese territorio la construcción de una base naval estadounidense. Como un modo de consolidar la alianza bilateral y fortalecer los reclamos soberanos en Malvinas y la Antártida.

En ese derrotero el Presidente pareció pasar por alto dos aspectos sensibles. Resaltó la importancia de una asociación militar con Estados Unidos en medio de la reivindicación soberana de las Malvinas. Incomodidad para Washington y señal que Gran Bretaña apuntaría. Hizo además en tono de campaña una acusación a “la casta” por la supuesta falta de progreso en las negociaciones diplomáticas. Mencionó su inutilidad en los foros internacionales. El mayor avance, aún nunca superado, sucedió con la resolución 2065 de la ONU durante el gobierno radical de Arturo Illia. La guerra y la derrota de 1982 representaron, en ese plano, un fuerte retroceso. Reconocimiento que sólo supo hacer la canciller Diana Mondino.

La defensa de la soberanía jalonó durante toda la semana los mensajes de Milei. En paralelo, se informó de ejercicios militares británicos en el archipiélago, de la construcción de un puerto a gran escala en Stanley o de la navegación en aguas argentinas de un rompehielos inglés con bandera de Malvinas.

De eso no se habló nunca.

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