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Milei le pasa el poder a Karina y las andanzas del Zar del Tabaco

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No se trata de hacer ni buenismo ni malismo. Sólo intentar entender el cambio. Aunque haya cosas del cambio que no hay manera de entender. Desde el ángulo, digamos, tradicional, se puede criticar que el presidente se vaya muy contento a ver a Elon Musk, en medio del lío en el que estamos todos, y en el que está dentro de su partido. Echó al jefe de sus diputados y al otro día de felicitar a la diputada Pagano por ser elegida para comandar la comisión de Juicio Político, la bajaron Martín Menem y Karina Milei. Lo que se dice unidad de concepción.

Lo tradicional es (o empieza a ser era) pensar en fractura partidaria y de ahí para arriba, cualquier calamidad. Por supuesto, no sólo hay circo en el partido de gobierno, pero lo que interesa aquí es descifrar al mileismo. A favor, si se puede seguir diciendo a favor, la baja de la inflación, cosa para cacarear pero no mucho: la inflación sigue siendo un camión cargado, barranca abajo y con los frenos hirviendo.

En contra tenemos otro cegetazo con Moyano padre al frente, otro viejazo, la ley microómnibus en negociación corriente continua y Milei como un adolescente sin ninguna contención, pasando facturas atrasadas al que se le ponga a tiro. Y la gente esperando, sin que se sepa cuánta dosis de esperanza va gastándose.

Pero el presidente se embarca a Estados Unidos por tercera vez. Viaja, dirán los buenistas. Se raja, los malistas. Convengamos: Musk viene a ser el Ford del siglo 21 con sus Tesla, le compite y le trabaja a la Nasa, llena el cielo de satélites y también se le da por explorar chips para devolver la vista, los sentidos, es decir, mejorar la vida. ¿Tienen algún punto valioso en común? ¿Creen que lo tienen? No está nada mal, sino muy bien, andar con gente así. Pero aparece una pregunta que son varias: ¿Milei delega porque es el jefe, o delega porque su hermana es el jefe, que es lo que, justamente, dice el elegido para jefe? Ella nombra y saca funcionarios. De que suba o baje el pulgar parecieran depender demasiados en la novata Libertad Avanza.

Se negocia el microómnibus Bases y de pronto el gobierno retira de la ley igualar impositivamente a la tabacalera Sarandí con el resto de la industria. Sarandí, de Pablo Otero, no paga impuestos, protegido por una red de jueces, funcionarios, agentes de inteligencia y de seguridad, políticos y medios.

Otero hace seis años que se hace el otario con los impuestos y, emulando a Cristóbal López, crece y crece. Nadie sabe la plata que ha juntado. Sí que se ha quedado con casi el 40% del mercado. De la mano del kirchnerismo saltó de la distribuidora en Avellaneda que heredó de su papá a tener avión y yate propios. No es el único gusto que puede darse: fue el único latinoamericano en la Porsche Supercup de Mónaco, la categoría monomarca que acompaña a la Fórmula Uno, a la que fue con Laura Fidalgo. Tuvo un problema: chocó con su 911 GT3Cup en los ensayos y no llegó a clasificar.

Para explicarlo en dos palabras: los cigarrillos pagan en el mundo impuestos altísimos. Es para desestimular el consumo. Acá hay un impuesto mínimo de casi $ 800 por paquete. Otero dice que la ley fue impuesta por las multinacionales para ahogar a las pymes locales. Por lo tanto, no la cumple. Cualquier parecido con artificios en otras industrias no es casualidad.

¿Y qué hizo y hace Otero? Presentar cautelares para que jueces amigos, de una forma hay que llamarlos, del Contencioso Administrativo se las acepten. Nada que sorprenda demasiado. En un momento, el tema llegó a la Corte, que falló en contra de Otero. ¿Cambió algo? En absoluto. Hasta hoy hubo siete sentencias. Pero quizás algo cambie: la Corte pidió ver de nuevo el expediente.

El abogado de Otero es Maximiliano Rusconi, el exfiscal reclutado por Cristina y Lázaro Báez. Siempre cerca de Martín Mena, ex dos de los servicios y del ministerio de Justicia y ahora ministro de Kicillof. Rusconi fue también el abogado del dictador Maduro en el escándalo del avión retenido en Ezeiza. En enero, Rusconi denunció la ley micro ómnibus por el artículo tabacalero. Argumento: un colaborador de Sturzenegger, uno de sus autores, había sido empleado de Massalin. Raro o nada raro, Rusconi le pidió al juez que levantara la feria para tratar el tema. Igual de raro o nada raro: el juez accedió. El juez es Ariel Lijo, el mismo al que Milei y Lorenzetti intentan ahora subir a la Corte.

Como Cristóbal López, que se expandió esquivando impuestos con los K, Otero armó un imperio y reparte mucha plata. Uno de sus alfiles es Carlos Castagneto, administrador de la Afip con Alberto Fernández y que se hizo todo el tiempo el distraído para hacer cumplir la sentencia de la Corte. Que Otero pague. Fue clave Andrés Vázquez, un agente de inteligencia a cargo de la zona sur de la Afip. Castagneto es diputado k y jefe de la batalla para tachar el cambio a la ley de tabaco. Con igual entusiasmo, lo acompañaron Cristian Ritondo, el jefe del bloque del Pro y hasta un mileista: el salteño Carlos Zapata. Elijan ustedes el calificativo que prefieran.

La mano derecha de Otero es Francisco Paco Mármol, un ex de Telefónica y C5N que, con plata de Otero, dicen, compró Editorial Atlántida. También hablan de inversiones en Kuarzo Entertainment de Martín Kweller y una relación que pasó del amor al odio con Marcelo Fígoli, dueño de radio Rivadavia. Lo mismo habría pasado con Jaime Stiusso, jefe de los servicios de Kirchner. Otero se queja de las grandes tabacaleras pero persigue a las más chicas, como Bronwain, de Rosario. Es de dos socios: su ex cuñado Serpa e Hipólito. Otro personaje para agregar: Luis Gingle, que fue agregado de la AFI en Paraguay, centro regional del contrabando de cigarrillos.

Puede que el tema no conmueva a muchos, pero ojo: pocos olvidan que la malaria general y personal (en el orden que se prefiera) empieza con la corrupción y los curros. Son cosas que pesan y se sienten mucho más en el ajuste. Todo esto, ¿está de más decirlo? no se arregla de hoy para mañana porque no hay ingenuidad que dure cien años, aunque siempre se renueve algo. No sólo la inflación, la inseguridad, la corrupción siguen siendo las grandes asignaturas pendientes: también está esta otra, la de prometer y realizar. Ah… y comprender no es justificar.

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