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Milei y una vice que separa la lealtad de la obsecuencia

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Con voz firme, mirando a cámara, dijo: “Yo no me voy a convertir en Cristina Fernández de Kirchner. No me voy a convertir en aquello que vinimos a cambiar”. El video de la vicepresidenta Victoria Villarruel, poco después de que el Senado rechazara el ambicioso DNU presidencial, tuvo varios destinatarios, y varios mensajes directos. Con uno de ellos le marcó la cancha a la Casa Rosada al señalar que “el Senado es la Casa de las Provincias y es un poder independiente de la República Argentina” para completar con “no hay gobierno sin institucionalidad”.

De paso, ratificó su “compromiso inclaudicable con el país y con Javier Milei”, con quien dijo “hemos trabajado espalda contra espalda”, primero como compañeros en Diputados y ahora como integrantes de la fórmula presidencial. La aclaración vicepresidencial no era ociosa: el miércoles, cuando ya se había confirmado la sesión del día siguiente en el Senado para tratar el DNU, el Presidente lanzó un duro comunicado en el que se refería a “sectores de la clase política que pretenden avanzar con una agenda propia e inconsulta, a fin de entorpecer las negociaciones y el diálogo entre los distintos sectores de la dirigencia política”.

De tener una agenda propia e inconsulta acusan y recelan a la vice en el minimísimo entorno presidencial, donde ocupa lugar preponderante la hermana, Karina Milei. Hubo ataques de trolls en las redes donde se tildó a Villarruel de “traidora” y otras lindezas, y no faltó quien sugiriera “colgarla en la Plaza de Mayo”. No le perdonaban haber convocado a esa sesión, cuyo resultado estaba más o menos cantado, a pesar de que había sorteado ya cuatro intentos de pedidos de habilitación para que sesionara el Senado. Tanta vehemencia en desmentir que el comunicado no iba destinado a ella, y que no había tensión en el binomio pareció confirmar lo que se intentaba negar.

Como sea, no es la primera fricción entre Milei y Villarruel ni, mucho menos, entre presidente y vice. Muy frescos están el voto no positivo de Julio Cobos con la 125 en el primer mandato de Cristina Kirchner, y la renuncia de Chacho Alvarez en el gobierno de la Alianza que encabezaba Fernando de la Rúa. Por no hablar de Cristina Kirchner y Alberto Fernández

Pero la historia recoge otras perlas. Una de las más memorables, por la envergadura de los personajes, es la que protagonizaron Domingo Faustino Sarmiento y Adolfo Alsina. El primero habría dicho, refiriéndose al segundo: ‘Se quedará a tocar la campanilla del Senado durante seis años, y lo invitaré de tiempo en tiempo a comer para que vea mi buena salud”.

Como señalaba el historiador y Premio Pulitzer Arthur Schlesinger jr. en una columna en The Atlantic, en mayo de 1974, “ningún presidente y vice han confiado el uno en el otro. La desconfianza es inherente a la relación. El vicepresidente sólo tiene una cosa seria que hacer: esperar a que muera el presidente. Esta no es la base para amistades cordiales y duraderas”.

Una publicación de Ariel Sribman Mittelman en “América latina hoy” señala que “en un 94% de los países latinoamericanos con vicepresidencia han surgido conflictos vinculados a este cargo en al menos una ocasión durante las últimas dos décadas”.

Milei y su vice tienen más de 3 años y medio de mandato por delante. Ella ha demostrado poseer ideas propias y pulso firme, y saber diferenciar la lealtad de la obsecuencia. El Presidente no puede removerla de su cargo. ¿Pero se animará a replicar la sugerencia de Sarmiento?

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