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La trompada de Donald Trump a la OTAN y la sonrisa de Vladimir Putin

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Donald Trump no ganó aún las elecciones ni siquiera las de su partido, favorito en ambas instancias, pero ya transforma la geopolítica global. Acaba de revelar que si lo votan en noviembre sostendría a Rusia en contra de sus aliados europeos de la OTAN.

«No los protegería. De hecho, animaría [a Rusia] a hacer lo que le dé la gana”, advirtió en un acto de campaña en South Carolina. Importante no caer en simplificaciones. No se trata apenas de un comentario provocador. Por el contrario construye sentido dentro de una visión de la historia que cuenta hoy con muchos e importantes adeptos.

Trump habla, además, desde un concreto poder real que surge de su respaldo electoral. Perpleja ante semejante bravata que golpea en primer lugar al propio EE.UU. y su lugar en el mundo, la Casa Blanca reaccionó afirmando con obviedad que “alentar invasiones sobre nuestro más cercanos aliados por parte de regímenes asesinos es espantoso y desquiciado”. Desde Bruselas, Charles Michel, presidente de la Comisión Europea, más concreto acusó a Trump de servir a los intereses rusos. No se equivoca.

El autócrata Vladimir Putin, apenas horas después devolvió el gesto ordenando el arresto de la Primer Ministra de Estonia Kaja Kallas y de su Secretario de Estado, ignorando la soberanía de esa nación como cuando era una de las 15 naciones de la Unión Soviética bajo la influencia de Moscú. Es lo que el Kremlin pretende de todo su vecindario. Por eso hay una guerra contra Ucrania. Por eso, incluso rompe los límites con la sospechosa muerte de su mayor opositor interno, Alexei Navalny.

El líder ruso interpretó con claridad y a su modo el mensaje del excéntrico ex presidente norteamericano y es posible imaginar el panorama global si noviembre lo consolida nuevamente en la Casa Blanca.

Trump sostuvo que actuaría de ese modo a favor de Rusia si un país bajo ataque no cumplió con la meta del 2% del PBI en gastos de defensa. Una retórica, se ha dicho, con rigores mafiosos: si no pagan no hay protección. Por cierto, la influencia de EE.UU. sobre Europa no es un gasto, siempre ha sido una ganancia, por eso existe.

Burlas y autoritarismo

El magnate hizo ese comentario no casualmente junto a una burla desagradable contra un jefe militar norteamericano, el marido de su rival interna Nikky Haley, un mayor del ejército desplegado en el Cuerno de África. No es la primera vez que Trump se burla de sus propios militares para remarcar su posición autoritaria y su rechazo a ser discutido.

Gestos. El presidente Joe Biden. Bloomberg Gestos. El presidente Joe Biden. Bloomberg

En 2016 maltrató al senador John McCain, un héroe de guerra y republicano que lo cuestionaba, a quien disminuyó como un fracasado porque fue capturado por los vietnamitas. “Yo respeto a los que no fueron capturados”, dijo Trump que, recordemos, evitó cinco veces el servicio militar temeroso de que lo envíen al frente.

La OTAN es una alianza controvertida cuyo poderío y eficiencia ha crecido de la mano de la guerra imperialista lanzada por Rusia sobre Ucrania, del mismo modo que el liderazgo norteamericano. Es así, guste o no. Pero sería ingenuo suponer que la decadencia de esa estructura es la puerta a un universo benéfico.

Si EE.UU. se aleja o reduce su involucramiento con la Alianza, como sucedió efectivamente en el primer mandato de Trump (Emmanuel Macron por entonces describía a la OTAN con parálisis cerebral) no solo Rusia liberaría sus fuerzas de conquista. Gran Bretaña especula que en el futuro inmediato el Kremlin, pero también Corea del Norte, Irán o China estarán en el radar de las futuras guerras. Puede incluirse a Turquía por su apetito otomanista exaltado sobre las islas griegas del Egeo, el Cáucaso Sur o Armenia.

Lo cierto es que a medida que se erosione la disuasión, es decir la noción de que el ataque contra un socio aunque se trate del más pequeño es un ataque a todos, aumenta la posibilidad de una guerra futura. Es en ese sentido que deben observarse los espectros que liberó el comentario de Trump.

Para que quede claro, insistamos, que no son solo palabras provocadoras, los seguidores del magnate en el Congreso, alineados por fervor o a la fuerza debido al potencial electoral del ex mandatario, han venido trabando las ayudas clave a Ucrania facilitando su derrota.

Un paquete multimillonario aprobado en estas horas por el Senado pese a las furias del magnate, va camino a ser bloqueado en Diputados donde los republicanos tienen la mayoría. Lo que parece no comprenderse es que si Ucrania cae, son EE.UU. y sus aliados los que pasan a otra etapa de la historia. Es lo que observan con claridad (y satisfacción) Putin y su socio chino.

Moscú necesita la victoria militar porque de ese modo, y sin necesariamente invadir a otros países, como exhibe el caso de Estonia, buscará imponer el alineamiento de las capitales de la ex URSS a la manda del Kremlin. Con ese movimiento crecería su influencia política y sobretodo económica.

Rusia fue a la guerra contra Ucrania para resolver (imaginaba una victoria en cuestión de días) la contradicción fatal de convivir con un PBI similar al de Brasil y por debajo del de Italia. Sabe que las posibilidades económicas nutren las capacidades políticas. Sin lo primero no está lo segundo.

Desentenderse del mundo

Trump está dispuesto a darle esa derecha a Putin para derrumbar la Doctrina Atlántica cuyo epitome es la OTAN y desentenderse del resto del planeta. Vuelve así al mundo de los legisladores republicanos de las primeras décadas de la centuria pasada que celebraban carecer de pasaporte.

La idea de detener esta involución es ficticia. Trump, con su posamericanismo, es una consecuencia de la decadencia y disfuncionalidad política que atrapa a EE.UU., desde el inicio de este siglo y es lo que hace posible este tipo de liderazgos que marcan el fin de una época y de sus protagonistas.

Rusia, al margen de sus recientes y poco creibles elogios a Joe Biden, espera que Trump triunfe porque ha prometido cancelar la guerra en cuestión de horas, claramente con la derrota de Kiev y la pérdida de 20% adicional de su territorio.

Una pausa para Moscú en su decisión de engullir totalmente al país, como ha hecho con Crimea y acaba de ratificar Putin en el pseudo reportaje con el trumpista Tucker Carlson a quien le señaló -sin repreguntas- que Ucrania es un estado inventado que no debe existir.

El presidente Ruso Vladimir Putin y Tucker, en Moscú ReutersEl presidente Ruso Vladimir Putin y Tucker, en Moscú Reuters

El regreso del líder republicano a la Casa Blanca entusiasma también a las minorías ultraderechistas y fanáticas en el gobierno israelí de Benjamín Netanyahu, convencidas de que con su ayuda podrán tirar la historia hacia atrás y hacer lo que quieran con las poblaciones palestinas.

Una defensa primaria y simplista por parte de los aliados del ex presidente consiste en repetir que durante su mandato no hubo guerras. El concepto, además de su superficialidad, ignora que Trump cometió errores geopolíticos significativos en su gestión. El más notorio, la destrucción del acuerdo nuclear de Viena pactado en 2015 con la teocracia iraní.

Actuó a pedido de sauditas e israelíes que demandaban multiplicar las sanciones contra la potencia persa cuya influencia había crecido tras la victoria en la guerra de Siria y alcanzaba al Mediterráneo. El acuerdo que Teherán cumplía a rajatabla a la espera de un aluvión de inversiones, impedía nuevas penalidades, de modo que Trump lo desconoció.

Pero esa lluvia de sanciones pavimentó el camino al poder en Irán de los ultranacionalistas actuales. Muchos en la región deben extrañar ahora al gobierno moderado de Hassan Rohani quien negoció con inteligencia aquel acuerdo con Barack Obama.

La otra víctima de la desorientación de Trump fue el deshielo con Cuba que de haberse mantenido habría impulsado una clase media, negocios privados, otra discusión política y una interacción con EE.UU. que mucho hubiese influido en el diseño del poder en ese territorio, uno de los que más migrantes lanza hacia las fronteras del Río Bravo.

Trump se complotó ingenuamente con los halcones comunistas cubanos que detestaban el acercamiento de Raúl Castro con Washington. Son apenas ejemplos de una larga caravana pero que ratifican que ignorancia y dogmatismo solo construyen un mundo de ciegos.

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